LA CRISIS CAPITALISTA Y LOS SINDICATOS
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Dos teorías sobre la crisis capitalista - Moctezuma Escobedo - Mexico

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Mensaje  camilo mayta solis Dom Mar 06, 2011 10:58 pm

Dos teorías sobre la crisis capitalista

1. Introducción

Con respecto al tema “Las consecuencias políticas de las interpretaciones sobre la teoría de las crisis capitalistas”, que aparece como uno de los dos objetivos específicos a debatir en el IV Encuentro del Bloque Marxista de Propaganda (BMP), nosotros en México hemos preparado el siguiente trabajito con el propósito de contribuir modestamente “al avance en la comprensión y explicación de la crisis capitalista actual”. Para ello, resulta conveniente desde el principio, para ubicarnos mejor, poner atención en lo que Mario Quintana en su trabajo “del romanticismo al revisionismo” decía: Existen, por tanto, dos teorías sobre la crisis capitalista, una primera, la burguesa y revisionista, que niega la existencia de crisis, o la considera una mera oscilación pendular, destinada a corregir disfunciones y a permitir continuar indefinidamente el desarrollo de las fuerzas productivas; la segunda es la marxista, y se caracteriza por haber analizado los mecanismos objetivos tanto de expansión como de destrucción del capitalismo. Ambas teorías no se han expuesto paralelamente sino en medio de una permanente crítica y lucha entre ellas y reflejan la posición antagónica de las dos clases sociales directamente enfrentadas en el proceso de producción capitalista: la burguesía y el proletariado”. Nuestra contribución consistirá simplemente en repetir una mínima parte de lo que Marx expuso en “El Capital”, particularmente lo que escribió, sobre la Ley de la tendencia decreciente de la cuota la ganancia, en vista de que la cabal comprensión de cómo opera esta ley nos ayudará a profundizar en la teoría marxista sobre las causas que provocan las recurrentes crisis económicas del capitalismo. El gran pensador de Tréveris, decía sobre esta ley, “dada la gran importancia de esta ley para la producción capitalista, bien puede decirse que es el misterio en torno a cuya solución viene girando toda la economía política desde Adam Smith y que, desde este autor, la diferencia existente entre las distintas escuelas consiste precisamente en los distintos intentos para resolverlo”. (El Capital. Tomo III, p.p.215). Insistimos, repetir lo que dijo Marx y, añadir información adicional que consideremos pertinente a la síntesis que haremos del trabajo del compañero Mario Quintana, tal es nuestra aportación para el IV Encuentro Anual del BMP. Sin dejar de mencionar, por supuesto, que si nuestra aportación algo vale, será merito de Marx y del compañero Quintana.



2. La teoría marxista de las crisis
Si queremos hablar de las crisis económicas en el capitalismo, justo es, que mencionemos la primera que registra la historia, la del año 1825, esta primera crisis económica tuvo lugar en el territorio europeo, más concretamente, estalló en Inglaterra durante ese año. De lo dicho, surge una pregunta que nos ayudará desde el mismo inicio a comprender el origen y las causas de las crisis en el capitalismo, ¿por qué esta primera crisis se registra en Inglaterra y no en cualquier otro país europeo? La respuesta se antoja sencilla, pero a la vez revela una premisa, porque Inglaterra era en ese tiempo el país que presentaba un mayor desarrollo de la producción capitalista, es decir, la crisis se produjo (y se siguen produciendo) como resultado del desarrollo de la producción capitalista, y Marx que estudió la evolución de la crisis de 1825, y todas las que prosiguieron mientras vivió, era plenamente consciente de esta premisa fundamental, en base a la cual surgen otras premisas, digamos, secundarias, en el sentido que surgen como resultado de aquélla. De lo que hemos mencionado, se comprenderá, por ejemplo, porque hasta ahora no ha estallado una crisis propiamente capitalista en los países centros africanos, no ha estallado, porque en esos países la producción capitalista es todavía una realidad lejana.
Apoyándonos en Marx, veamos de cerca el decrecimiento de la cuota de ganancia como resultado del desarrollo de la producción capitalista, para ello en la primera página de la Sección Tercera de El Capital, Marx nos muestra hipotéticamente la evolución de la producción capitalista, y con ella, la evolución misma de la cuota decreciente de ganancia, conforme crece con la producción capitalista y con ella la composición orgánica del capital, la forma en que la presenta con una cuota de plusvalía del 100%, para todos los casos es la siguiente:

Si c = 50 y v = 100, g´ =100/150 = 66 2/3%
Si c = 100 y v = 100, g´ = 100/200 = 50%
Si c = 200 y v = 100, g´= 100/300 = 33 1/3%
Si c = 300 y v = 100, g´= 100/400 = 25%
Sic = 400 y v = 100, g´=100/500 = 20%
(Donde c = al capital constante, v = al capital variable y la g´ = a la cuota de ganancia)
Como vemos la cuota de ganancia sufre una caída del 662/3 al 20%, ello como consecuencia del aumento del volumen material y de valor del capital constante permaneciendo sin variación el capital variable tasado en 100 en todos los casos. “Por consiguiente -añade Marx- el cuadro hipotético que aquí figura expresa la tendencia real de la producción capitalista”. (op. cit. p.p. 215)
El desarrollo de la producción capitalista se traduce en una mayor capacidad productiva del trabajo, por medio de la cual los capitalistas buscan elevar la cuota de ganancia, lo que pueden lograr transitoriamente, pero en última instancia una mayor capacidad productiva tiende a expresarse en una tasa de ganancia decreciente. Los efectos contradictorios de los mismos factores se dan porque una mayor capacidad productiva del trabajo, con vistas a mantener una cuota de ganancia, sino al alza, al menos sin descender con respecto al capital total en funciones no puede lograrse sin un aumento relativo del capital constante en relación al capital variable, al mismo tiempo que un aumento relativo del capital constante con respecto al capital variable no puede dejar de reflejarse en una cuota decreciente de ganancia. Es decir, los mismos factores que hacen aumentar la tasa de ganancia son los mismos que provocan su irreversible descenso tendencial, factores que abonan el terreno para el estallamiento de la crisis económica. Si pretendemos teorizar sobre las causas que ocasionan las crisis periódicas en el capitalismo, no cabe duda que las mismas están contenidas en el proceso directo de producción, si hemos de considerar al proceso de circulación como una continuación de aquél. Sobre las causas que provocaron la crisis de 1825, los economistas ingleses eran los que sabían más sobre ella. Tanto que después de la crisis de ese año y que se extendió durante un buen tiempo, inicio una pugna entre los agricultores y los fabricantes que se prolongó durante varios años. Primero, para proteger sus rentas la aristocracia terrateniente inglesa formó coalición con los arrendatarios y los campesinos para hacer aprobar por el parlamento las leyes cerealistas que prohibían la importación de trigo, convertido en el principal medio de subsistencia del proletariado inglés, evitando la adquisición de trigo más barato en el extranjero, por otro lado los fabricantes buscaron el apoyo de la clase obrera para tratar de derogar las leyes cerealistas, para los fabricantes el trigo barato significaba indirectamente la disminución de los salarios y el correspondiente aumento de la plusvalía. Finalmente los fabricantes ingleses hicieron que se abolieran las leyes cerealista que prohibían la importación de trigo, pero no pararon ahí, olvidando su antigua alianza con el proletariado pugnaron por extender e intensificar la jornada de trabajo como otras formas de hacer disminuir el precio del salario, a la par que crecía la población obrera sin empleo y con ella la competencia entre los obreros por los puestos de trabajo, que por supuesto, también contribuía a bajar el precio del salario. Sin embargo, superada la crisis al cabo de seis o siete años la industria moderna inglesa volvió a recorrer las distintas fases su ciclo fatal; prosperidad, superproducción, estancamiento y crisis. Refiriéndose a ello, y más concretamente a la evolución del precio del salario, Marx decía: “esto quiere decir que, en un determinado lapso de tiempo que es siempre periódico, en el ciclo que recorre la industria, pasando por las fases de prosperidad, superproducción, estagnación y crisis, la clase obrera –si se da cuenta de todo lo que recibe por encima de lo necesario y todo lo que recibe de menos- no tendrá en suma ni más ni menos que el mínimo: es decir, la clase obrera se conservara como clase a pesar de todas las calamidades y de las miserias sufridas, a pesar de los cadáveres dejados sobre el campo de batalla industrial. Pero ¿qué importa? La clase subsiste y, lo que es mejor aún, crecerá en número”. (Discurso sobre el libre cambio del 9 de enero de 1848). En efecto, el optimismo mostrado por Marx, esta sólidamente fundamentado, y nadie puede negar que hoy la clase obrera sea más numerosa pese a todo, de lo que lo que era apenas hace diez años. El sujeto revolucionario sigue existiendo y es más poderoso potencialmente, aunque una parte significativa de él siga sucumbiendo aún en las mejores condiciones que el capitalismo pueda ofrecerle, que son las condiciones en que el capital productivo aumenta.
Pero aparte de compartir el optimismo de Marx, vemos como su visión no queda reducida a la simple denuncia, por muy conmovedora que resulte sobre los estragos que causa el capitalismo entre la clase obrera, es más ahí mismo, sostiene que el salario que percibe el proletariado no se reduce durante el ciclo de la industria moderna, porque lo que recibe por debajo de lo necesario se compensa con lo que recibe por encima, y sin embargo la industria moderna acaba siempre por cumplir su ciclo fatal. ¿Qué nos dice con esto? Nos dice que la reducción del salario que puede efectuarse de distintas formas (y que termina por compensarse con el abaratamiento de los medios de subsistencia que el obrero consume) no puede provocar una reducción de la demanda de las mercancías en general, a tal grado que provoque una crisis económica de sobre producción según sostienen los teóricos subconsumistas. Veamos que nos dicen algunos de ellos, y que fueron la fuente en que abrevamos unos años atrás. <<…El afán de ganancia (que) obliga a cada capitalista a acumular, a ampliar la producción, a perfeccionar la técnica , a emplear nuevas máquinas, a contratar más obreros y a producir más mercancías. Pero el afán de ampliar ilimitadamente la producción no se ve respaldado por la correspondiente ampliación del consumo. Es más, el deseo de lograr el máximo de ganancia impulsa al capitalista a bajar los salarios y a aumentar el grado de explotación. Pero el aumento de la explotación y la depauperación de los trabajadores, significan la reducción relativa de la demanda solvente, la reducción de las posibilidades de venta de las mercancías, y lleva a las crisis económicas de superproducción…>> (P. Nikitin: op. cit. cap. 5 Ed. "Akal"/1985 Pp. 155). Eso era lo que aprendíamos en nuestra juventud de un estalinista como Nikitin, que por lo demás no difería esencialmente de lo que la estructuralista Martha Harnecker, discípula de Louis Althusser nos ofrecía en “Los Conceptos Elementales del Materialismo Histórico”, de la que recogemos esta pequeña muestra: <<El capitalismo tiende a producir cada vez más bienes, pero para sobrevivir debe pagar bajos salarios. Y estos bajos salarios crean una demanda limitada de productos. Ésta es una contradicción que no tiene salida dentro del marco capitalista., y tiende a provocar crisis periódicas de sobreproducción (…) Y ¿qué repercusión tiene esto sobre los trabajadores? Se produce el paro forzoso, el hambre, la miseria. Y todo ello no porque escaseen las mercancías, sino precisamente porque se han producido en exceso, sin planificación..>> (op. cit. Edición Siglo XXI/1985)
Como se puede apreciar la causa que ambos atribuyen a las crisis periódicas de sobre producción giran en torno a una premisa: la de los bajos salarios, son los bajos salarios que perciben los obreros los que reducen o limitan la demanda de productos o de mercancías lo que da como resultado la crisis de sobreproducción, que en este caso se trataría de sobreproducción de medios de subsistencia. Ahí mismo Nikitin como otros sobredimensiona el factor subjetivo, es decir, como si la obtención de ganancia, bajar los salarios, y elevar el grado de explotación dependiera solamente de la soberana voluntad de los capitalistas aduciendo esa voluntad soberana, como otra de las causas que conducen a la crisis, que es tanto como acordar ahora mismo con los que sostiene la idea de que la crisis actual obedeció a la codicia sin límites de los agentes financieros, minimizando el papel que desempeñan las leyes económicas en base a las cuales se desarrolla la producción capitalista, las más de las veces sin el conocimiento y sin el consentimiento de los hombres que participan en ella. Sobre la crisis de sobreproducción a la que aluden Nikitin y Harnecker, se trataría, tal y como la presentan de una crisis de sobreproducción de medios de subsistencia, dado que sólo al consumo de medios de subsistencia tienen acceso la masa obrera, sin parar en mientes que los bajos salarios inducen a bajar los precios de estos medios de subsistencia, y que tanto los salarios como los precios de estos medios tienden hacia un mínimo histórico. Además dejan de lado, que la concurrencia se encarga de corregir la sobre oferta o sobreproducción de las mercancías con el traslado de capitales de las esferas de la producción que han arrojado esa sobreoferta y ocasionado por consiguiente que sus mercancías se tasen a bajos precios a otras que presentan fuerte demanda. Más aun, cuando Marx habla de superproducción no se está refiriendo a una superproducción de medios de subsistencia, ni tampoco a una superproducción de absoluta en general, sino que no pudiendo ser más explicito dice: “superproducción de capital no significa nunca sino superproducción de medios de producción –medios de trabajo y subsistencia- susceptibles de funcionar como capital, es decir, de ser empleados para explotar trabajo hasta un cierto grado de explotación, ya que al descender este grado de explotación por debajo de cierto límite se producen perturbaciones y paralizaciones del proceso de producción capitalista, crisis y destrucción de capital”. (El Capital, tomo III, p.p. 253).

En tanto que para Marx, un descenso en el grado de explotación, que puede significar un aumento de los salarios y por consiguiente una disminución de la masa de plusvalía, que no permita valorizar la superproducción de capital hace estallar la crisis. Y la hace estallar, porque la contradicción económica principal es la que se verifica dentro del mismo proceso directo de producción entre el proceso de trabajo y el proceso de valorización, donde la valorización es el aspecto dominante, por el contrario la contradicción entre la producción y el consumo que discurre por fuera del proceso de producción, sólo viene a ser una contradicción secundaria. No obstante, de esta contradicción secundaria derivan todas las teorías subconsumistas, que tienen como punto de partida la contracción de los mercados y las dificultades de realización para explicar las crisis de sobreproducción. Por eso Marx que conocía este enfoque presuntamente científico sobre las causas de las crisis heredado de los fisiócratas decía que: “la verdadera ciencia de la economía política comienza allí donde el estudio teórico se desplaza del proceso de circulación al proceso de producción”, (El Capital, Crítica de la Economía Política, FCE, México, III-20 p.p. 325). Para Nikitin, por el contrario, un aumento del grado de explotación y la depauperación de la clase obrera, al no obtener en forma de salario una parte mayor del valor creado por el trabajo, comprime la capacidad adquisitiva del mercado, que no es capaz de absorber toda la producción. La tesis de pauperización del proletariado, esgrimida por Nikitin está en la base de las teorías subconsumistas, inspiradas en las viejas ideas románticas y utopistas tomadas a su vez de los fisiócratas: hay que mejorar la distribución, elevar el nivel de vida de la clase obrera para ampliar el mercado y evitar las crisis. Por supuesto, que entre estas dos teorías sobre las causas que provocan las crisis capitalistas nosotros compartimos la de Marx. La explicación que da Nikitin, como todas las que se sustentan en la determinación de la producción por el mercado, peca en extremo de subjetiva. Expliquémonos, para Nikitin, como ya decíamos arriba, el afán y el deseo de ganancias de los capitalistas los impulsa a bajar los salarios y a aumentar el grado de explotación, que es otra forma de bajar los salarios, y esto lo hacen por decisión propia, arbitrariamente, y esto mismo los conduce a la crisis, la cual no quieren evitar, al parecer, también por decisión propia, porque bastaría, así como toman la decisión de bajar los salarios, de hacer lo contrario, de subirlos, y de esa forma los riesgos de crisis se esfumarían, entonces, el desarrollo de la producción capitalista, la mayor capacidad productiva del trabajo social, la composición orgánica del capital, la acumulación acelerada, la disminución del trabajo necesario respecto al trabajo excedente, la contradicción entre el proceso de trabajo y el proceso de valorización, etc., no tendrían nada que ver con las crisis económicas, para evitarlas todo se reduciría a una cuestión de índole moral; ponerle freno a la ambición ilimitada y al egoísmo patológico de los capitalistas por obtener ganancias.
Si retornamos al cuadro hipotético sobre la evolución de la cuota decreciente de ganancia, vemos que el primer capital de composición orgánica 50c + 100v, con un grado de explotación de 100% arroja una cuota de ganancia de 662/3%, una economía sustentada en base a una composición orgánica de capital de estas proporciones entre el capital constante y el capital variable, nos dice que estamos ante una economía atrasada, donde la infraestructura, la maquinaria y las materias primas brillan por su ausencia, el trabajo se distingue por ser poco productivo y fatigoso desplegado durante largas jornadas, el capital variable predomina sobre el capital constante dentro de la composición orgánica de capital en una relación de 100:50, es decir de 2 a 1, lo que se refleja en una cuota de ganancia elevada, en pocas palabras estamos hablando de una producción con marcados rasgos precapitalistas. Con una situación así, es claro que los teóricos del subconsumo se verían imposibilitados para hablar de bajos salarios, de escasez de demanda solvente, de problemas de realización, de ventas, de excedentes, en síntesis, de crisis de sobreproducción. Y eso que estamos hablando de una situación muy anterior a 1825, en la que el comercio, sobre todo el comercio exterior y el mercado dos de los principales factores de la órbita de la circulación, constituían la base sobre la cual se empezaba a desarrollar la producción capitalista, después con el paulatino e ininterrumpido desarrollo de ésta, pasaron, de ser base de la producción capitalista, a ser un producto de ella, es decir, el proceso de circulación paso a ser una continuación del proceso directo de producción capitalista.
En cambio, si ahora pasamos a observar el capital con la composición orgánica más elevada del cuadro hipotético, tenemos que 400c +100v, si se mantiene un grado de explotación del 100%, arroja una cuota de ganancia de 20%, y 20%< 662/3%, como decíamos antes, es el desarrollo de la producción capitalista con todo lo que ello implica, lo que hace disminuir la cuota de ganancia, y ese mismo desarrollo da pie para que empiece a operar la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia, ley social de carácter transitorio, es decir, histórico, como transitorio es, el modo de producción del que emerge. Pero si la composición orgánica de 400c + 100v expresa ya la tendencia inevitable de la cuota de ganancia a declinar y al mismo tiempo aproxima el momento de irrupción de la crisis, una composición de 1150c + 100v, que rinde una cuota de ganancia del 8% la tornaría inminente, y esta composición porcentualmente expresada en 92.8% c + 7.2 %v , refleja realmente el promedio actual de la composición orgánica en los países desarrollados, composición esta, que se acerca inexorablemente a límites, donde evidentemente valorizar enormes masas de capital acumulado resulta cada vez más difícil. No decimos que el capitalismo no pueda saltar sobre esos obstáculos que el mismo ha levantado ante sí, pero lo hará a costos humanos y sociales sumamente onerosos, por medio de crisis más graves, y en última instancia por medio de la guerra, o lo que es lo mismo, por medio de la destrucción física de una parte de las fuerzas productivas por él desarrolladas, entre las que se encuentra la más importante de ellas: el proletariado. De ahí que el existencialismo de Sastre, surgido después de la II Guerra Mundial, refleje también la realidad del capitalismo, como la de un ser que ha perdido su razón de ser, es decir, como la de un ente que se ha negado a sí mismo, y que vive al borde del abismo a punto de derrumbarse. Y la verdad es, que durante los episodios cismáticos provocados por la crisis, el capital, repetimos, se niega a sí mismo, pero el proletariado no se ha negado aún como parte de él, por lo que el capitalismo sigue sobreviviendo como un algo meramente existente, como pura contingencia que puede ser o dejar de ser en cualquier momento. Y en efecto, el capitalismo no es un régimen que pueda desarrollar la producción en forma absoluta, si bien, vino al mundo con la misión de desarrollar al máximo las fuerzas productivas, no menos cierto es, que esto no lo puede hacer de manera incondicionada, debido a que las relaciones sociales de producción que establece para imponer su dominio sobre el trabajo social le impide desarrollarlas de forma absoluta. Así por ejemplo, el capitalismo no encontró, en su momento, mayores problemas para desarrollar las fuerzas productivas de capitales cuya composición orgánica era baja, bien pudo pasar de composiciones orgánicas de 50c + 50v a 60c + 40v y de esta a 70c + 30v, con grado de explotación del 100%, que rendían masas de plusvalía de 50, 40 y 30 respectivamente, y cuotas de ganancia que correspondían a esas masas de plusvalía, pero que ya mostraban la tendencia decreciente de la cuota de ganancia, conforme aumentaba la proporción entre el capital constante con respecto al capital variable. Y decir, lo anterior equivale a expresar que se desarrolla la producción capitalista, que aumenta la capacidad productiva del trabajo y que se acelera acumulación. El descenso de 50 a 40 y luego a 30, obedece a que el capital de magnitud 100, pone en movimiento menos trabajo vivo en general, por lo que, permaneciendo idéntico el grado de explotación, pone también en movimiento menos trabajo sobrante lo que equivale a decir que produce menos plusvalía, y como el principio activo que impulsa al capital es la producción y obtención de plusvalía, llega un momento, el momento en que estalla la crisis, como resultado del desarrollo de la producción capitalista, la creciente productividad del trabajo social y la acumulación acelerada en que la producción y obtención de plusvalía no sólo se reduce en términos relativos sino también en términos absolutos, o sea, que la masa de plusvalía producida en el proceso directo de producción se reduce a tal medida que hace incosteable para los fines de valorización la inversión productiva del capital adicional hasta ahí acumulado, en una situación así, como ya mencionamos, se presentan perturbaciones en el proceso de producción, se paraliza éste y se destruye capital. Tal es, toscamente presentada por nosotros, la teoría marxista de las crisis capitalistas.


3. La teoría burguesa y revisionista de las crisis
Cuando se habla de la de las tres fuentes y las tres partes integrantes del marxismo, siempre se menciona que una de ellas es la economía clásica inglesa representada principalmente por Adam Smith y David Ricardo, según algunos, Marx mismo se declaraba heredero de estos clásicos, porque ubicaron la fuente de la riqueza en el proceso de producción y sentaron las bases de la ley del valor superando con ello las concepciones de los mercantilistas y de los fisiócratas. Sin embargo, la corrientes económicas mercantilista y fisiócrata, que habían dominado el pensamiento económico europeo no dejaron de influir entre los economistas de principios del siglo XIX, así fue como surgió durante ese tiempo en economía política la escuela romántica, cuyo principal exponente fue el suizo Sismondi, quien tomando, según él, las ideas del subconsumo, como lo mejor de los fisiócratas y la importancia de los mercados tomo lo bueno de los mercantilistas las mezclo con las concepciones económicas de Adam Smith y David Ricardo, dándole forma a un corpus teórico ecléctico. No se puede negar que la escuela romántica gozó de influencia en el movimiento obrero europeo de aquella época y formó tradición entre los economistas, intelectuales y los elementos más avanzados del proletariado, tanto que mantuvo una enconada confrontación ideológica con el marxismo, durante la segunda mitad de aquel siglo. Al decidirse la confrontación a favor del marxismo con la fundación de la II Internacional en 1889, los economistas e intelectuales de la escuela romántica ingresaron a la II Internacional, para desde dentro de ésta impugnar al marxismo. Tal era la fuerza de las ideas del marxismo, que a sus enemigos no les quedo de otra que disfrazarse de marxistas para combatirlo, o como dijera Lenin “La dialéctica de la historia es tal que el triunfo teórico del marxismo obliga a sus enemigos a disfrazarse de marxistas”. Y como era de esperarse los enemigos del marxismo no tardaron en levantar cabeza desde el interior de la II internacional, por medio de la corriente revisionista liderada por Bernstein, antiguo y cercano colaborador de Marx y Engels. “Quienes se empeñaron en dos batallas económicas fundamentales: trasladar las causas de la crisis desde la producción en que las situó Marx a la circulación, aludiendo a crisis de realización, de subconsumo y de desproporción, y también enfrentarse contra lo que entonces se llamaba la “zusammenbruchstheorie”, la teoría del derrumbe” (Mario Quintana, Ibíd., p.p. 21) Para ello los revisionistas sólo tuvieron que retomar las ideas de los viejos románticos y ponerlas a tono con la fase por la que pasaba en ese momento el desarrollo del capitalismo. Así por ejemplo, según el viejo Sismondi, “el capitalismo restringe el mercado interior como consecuencia de la pauperización, de la distribución desigual de la riqueza. Para evitar la superproducción y extender el mercado hay que mejorar la distribución, evitar las injusticias y elevar el nivel de vida del proletariado”. Sismondi decía que se diferenciaba de Smith en que éste no era intervencionista, mientras él reclamaba el control, la regulación, la planificación, centrada en la distribución. (Mario Quintana, “Del romanticismo al revisionismo”, p.p.5). Como vemos no puede ser mayor la similitud de lo que dice Sismondi y sus discípulos revisionistas con lo que leíamos en Nikitin y Harnecker. Respecto a lo que el mismo Sismondi decía sobre él, es cierto, “el fue el primero en reclamar ese intervencionismo del Estado contra el liberalismo de Smith; y fue Lassalle quien otorgaba al Estado unos poderes demiúrgico, por encima de las clases, Los revisionistas alemanes, por tanto, empalman el intervencionismo económico de Sismondi con algo más próximo para ellos: el concepto de Estado en Lassalle como ente hegeliano, portador de una racionalidad universal, que debe elevar el nivel de vida de las masas cambiando la distribución y frenando las crisis de superproducción”. (Mario Quintana, ibid, p.p. 179).
Sobre Sismondi y Lassalle dos personajes de cuyas concepciones económicas echaron mano los revisionistas para difundirlas dentro de las filas de los partidos socialdemócratas y los sindicatos, sin extendernos mucho, debemos decir algo. De Sismondi, sabemos que fue de los primeros, después del los apologetas del mercantilismo en pedir la intervención del Estado, éstos, para mantener el control de los marcados, él, para regular el desarrollo de la producción capitalista, más también se declaraba partidario de la pequeña y mediana propiedad burguesa. El capitalismo –según él- provocaba desigualdad y miseria porque crecía desmesuradamente concentrando la propiedad en pocas manos, el Estado, debería pues, armonizar el crecimiento del capital promoviendo el desarrollo del pequeño y mediano capital, de tal modo que procurase una distribución más equitativa del producto social obtenido por medio del trabajo. No se necesita ser muy versado en materialismo histórico para poder darse cuenta que las concepciones económicas de Sismondi difieren totalmente de las de Marx. Pronunciarse a favor de la intervención del Estado capitalista, para que éste regulara el desarrollo del capitalismo y redistribuyera equitativamente la riqueza, no podía ser en tiempos de Marx, ni puede ser hoy parte de los principios o del programa marxista, como tampoco lo puede ser la promoción de la pequeña y mediana propiedad burguesa desde la esfera estatal. Oponerse inútilmente al desarrollo de las fuerzas productivas que llevaba a cabo la producción capitalista, siempre fue duramente cuestionado por Marx, porque él mejor que nadie sabía que: “E1 único camino histórico por el cual pueden destruirse y transformarse las contradicciones de una forma histórica de producción es el desarrollo de esas mismas contradicciones” (Marx, El capital, I-l3, pg.409).
En torno a la figura de Lassalle, es cierto, que era un tenaz critico del capitalismo alemán, pero esta critica la ejercía desde la posiciones de la nobleza terrateniente prusiana. La concepciones lassellanas eran pues reaccionarias porque se oponían a las nuevas formas en que se desarrollaba la producción capitalista y pugnaban por el retorno o el mantenimiento de las viejas formas de producción precapitalistas, por esa razón, Marx escribía en 1865 a Engels diciéndole: “es preciso purificar la atmósfera y limpiar el partido de toda la hediondez lassellana que queda”. Sin embargo, la hediondez lassellana persistió, después de la muerte del profeta, tanto que transcurridos diez años en 1875, los lassellanos hacían aprobar ante la oposición de Marx y Engels el programa de Gotha con el que se sellaba la unión del Partido Obrero Alemán y la lassellana Asociación General de Obreros, el programa de Gotha fue objeto de una dura crítica por parte de Marx mese antes de que se aprobara, este trabajo, o sea, la Critica al programa de Gotha está considerado, pese a su brevedad, un documento de la mayor significación porque “en él se expone por primera vez , con claridad y firmeza la posición de Marx frente a la tendencia trazada por Lassalle desde que se lanzó a la agitación, tanto a lo que atañe a sus principios económicos como a su táctica”. (Prologo de Engels a la crítica del programa de Gotha).Una muestra, de como el contenido del programa estaba saturado de tópicos burgueses lo tenemos en cada uno de los párrafos, por ejemplo, en uno de ellos se decía: “para preparar en camino a la solución del problema social, el Partido Obrero Alemán exige que se creen cooperativas de producción, con la ayuda del Estado y bajo el control democrático del pueblo trabajador. En la industria y en la agricultura, las cooperativas de producción deberán llamarse a la vida en proporciones tales que de ellas surja la organización socialista de todo trabajo”. (Carlos Marx, Critica al programa de Gotha). La respuesta de Marx ante este tipo de propuesta que acabaron por ser aprobadas en el Congreso de unificación, no podía por menos, suscitar en él, la más violenta respuesta, por el decisivo retroceso que se manifestaba en ese (al momento de la respuesta) todavía proyecto de programa. En un fragmento de respuesta para ese tipo de propuestas del reformismo pequeño burgués, Marx muestra con claridad su más abierta indignación, al decir, que para los lassellanos, “<<la organización socialista del trabajo>> no resulta del proceso revolucionario de transformación de la sociedad, sino que <<surge>> de <<la ayuda del Estado>> ayuda que el Estado presta a las cooperativas de producción <<llamadas a la vida>> por él y no por los obreros. ¡Esta fantasía de que con empréstitos del Estado se puede construir una nueva sociedad como se construye un nuevo ferrocarril es digna de Lassalle”. (Ibíd.).
Los revisionistas, hemos dicho, tomaron las tesis de Sismondi y de Lassalle para elaborar las suyas, sin que esto significara que no pudieran agregarle algunas ideas que expresaban los “nuevos” fenómenos económicos que el mismo desarrollo de la producción capitalista ponía frente a sus ojos, para los revisionistas estos “nuevos” fenómenos, que supuestamente Marx y Engels no conocieron en vida alteraban la naturaleza del capitalismo, para ellos el capitalismo dejaba de ser capitalismo al arribar a su fase monopolista, de esta forma el surgimiento de los monopolios, y con él, el surgimiento también del capital financiero, los llevó a concebir una serie de conjeturas contrarias a la teoría marxista de las crisis, así, el monopolismo fue visto como una solución para frenar la anarquía de la producción y para desterrar los ciclos funestos de las crisis de sobreproducción. Esgrimiendo el monopolismo como panacea universal, no les faltaron motivos para todo tipo de posicionamientos, uno de ellos estribaba en que “Los revisionistas pretendieron divulgar que bajo el monopolismo imperan leyes distintas que en la etapa del capitalismo competitivo. El monopolismo sería una fase nueva y distinta, con sus propias características, de todo punto diferentes de la anterior. El monopolismo sería la antesala del socialismo que demostraría que e! capitalismo no se hundía sino que daba lugar a una etapa diferente, casi socialista, que permitiría una aproximación de ambos modos de producción y el tránsito pacífico (democrático) de uno a otro. El capitalismo no camina hacia el derrumbe sino hacia el socialismo. El monopolismo sería una especie de socialismo con propiedad privada: bastaba eliminar ésta para encontrarnos, sin más, con el socialismo”. (Mario Quintana, ibid, p.p.18). Del mismo modo, las bondades que le atribuían al capital financiero giraban en torno de argumentos en contra del marxismo. Hilferding en su obra dedicada específicamente al estudio del capital financiero y a la circulación monetaria, sustentaba planteamientos en los que ponderaba esas supuestas bondades del capital financiero, para ello expresaba, “El Estado es capaz de planificar porque no es parte del sistema económico, sino que está por encima, es ajeno a él: la cuestión de quién planifique y regule, decía Hilferding, es una cuestión de poder; pero por sí mismo el capital financiero “significa la creación del control social sobre la producción”, lo que facilita mucho “la superación del capitalismo. Tan pronto como el capital financiero haya puesto bajo su control las ramas más importantes de la producción, basta que la sociedad se apodere del capital financiero a través de su órgano consciente de ejecución, el Estado, conquistado por el proletariado, para poder disponer inmediatamente de las ramas más importantes de la producción”, el mismo Hilferding había escrito que, “los monopolios, “están en condiciones de suprimir por completo las crisis, ya que pueden regular la producción y adaptar en todo momento la oferta a la demanda” Mario Quintana, Ibid, p.p.17). Recuerdo que hace tres décadas, cuando éramos jóvenes, un viejo estalinista nos daba formación político-ideológica echando mano reiteradamente de esta tesis de Hilferding, se trataba de un viejo voluntarista que “formaba” a unos jóvenes también voluntaristas. Y en efecto, una de las principales tareas a la que se avocaron los revisionistas fue a romper la unidad dialéctica entre los factores objetivos y subjetivos de la revolución proletaria. Para ello no dudaron en acusar a Marx de ser un mecanicista vulgar y un catastrofista, porque según consideraciones suyas sobredimensionaban los factores objetivos por sobre los subjetivos. Y en esta tarea, por experiencia propia, queda visto meridianamente el éxito que se agenciaron, de por aquellas fechas hasta el momento en que por nuestra cuenta empezamos a estudiar el materialismo histórico en sus fuentes, o sea, a estudiar directamente la obra de Marx, Engels, de Lenin, tuvieron que transcurrir más de veinte años. Otro propósito que se impusieron fue el de socializar la idea de que el capitalismo es un sistema socioeconómico imperecedero, en este propósito tuvieron éxito muchos años después, concretamente, se puede decir, que fue a partir de la debacle del estalinismo en el este europeo, que es cuando termina por socializarse esta idea entre las masas proletarias. De esta forma se ha impuesto transitoriamente la concepción de los revisionistas que consideran las leyes económicas por las que se rige el capitalismo como independientes de la influencia del tiempo, como leyes eternas que deben regir siempre a la sociedad, y que, por tanto, ha existido la historia pero ya no la hay. “Existió la historia, puesto que existieron instituciones feudales, y en estas instituciones feudales se hallan relaciones de producción completamente diferentes de las de la sociedad burguesa, las cuales quieren los economistas hacer pasar por naturales y, por tanto, eternas” (Mario Quintana, ibid, p.p. 20).sintéticamente podemos afirmar que “Todas las demás tergiversaciones revisionistas derivan de esa ruptura de la unidad de lo objetivo y lo subjetivo en el proceso revolucionario. Si la revolución es un problema ético, en ella deben intervenir no sólo ni principalmente el proletariado, sino “todos” aquellos que son conscientes de las desigualdades del capitalismo. La lucha de clases se esfuma y trasladamos el eje de la crítica desde la explotación hacia una distribución calificada de “injusta”. (Mario Quintana, ibid, p.p. 27).
Quien presuntamente salió al paso de estas intenciones revisionistas consistentes en romper la unidad dialéctica entre lo objetivo y lo subjetivo del proceso revolucionario y socializar la idea del carácter natural de las leyes económicas que rigen la producción capitalista fue Kautsky, el más destacado jefe de la socialdemocracia alemana. Empero, paradójicamente, sustentando posiciones revisionistas, Kautsky asumió la lucha contra el revisionismo, en defensa de la ortodoxia marxista. Mas resultaba obvio, que desde su posicionamiento revisionista, sólo abordara la crítica de las cuestiones secundarias del ideario revisionista, tratando de no morderse el mismo la cola, haciendo mutis o dejando de lado las cuestiones que de verdad tenían que ver con una defensa consecuente de los principios revolucionarios. Auto colocado en una posición centrista, Kautsky no tardo en abrazar las posiciones revisionistas; considerar el subconsumo como causa de la sobreproducción y romper la unidad dialéctica del factor objetivo del subjetivo en su elaboración teórica sobre el desarrollo del proceso revolucionario. Y esto lo hace “A pesar de que alude tanto a lo subjetivo (la lucha de clases) como a lo objetivo (el subconsumo como límite extremo del capitalismo), en su exposición ambos contrarios no aparecen unidos sino separados: los factores económicos coexisten con los “demás factores” y aparecen independientemente unos de otros, de modo de que los “demás factores” pueden adelantarse en el tiempo a los económicos y, por tanto, surgir al margen de ellos. El mecanicismo de este tipo de concepciones queda al descubierto, por más que trate Kautsky de encubrirlas aludiendo a esos “otros factores” que la concepción materialista también “admite” en forma de lucha de clases y que son -según él- de naturaleza moral y espiritual. En consecuencia, la crítica de Kautsky al revisionismo se plantea en lo sustancial, desde dentro del revisionismo. A estas conclusiones cabía llegar ya en 1899, cuando Kautsky aparece enfrentado a Bernstein. Naturalmente conforme avance el nuevo siglo, las posiciones se definirán todavía más claramente, sobre todo tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, Fue entonces cuando quedó perfectamente claro no ya solamente que la posición de Kautsky no era diferente de la Bernstein, sino que todos los revisionistas no eran más que agentes de la burguesía entre las filas obreras”. (ibid, p.p.32).
Otra corriente revisionista que tuvo su auge a fines del siglo XIX y a principios del XX, fue conocida como la ley de los mercados de Say o la correspondencia entre la producción y el consumo. Los dos economistas más connotados que se adhirieron a esta teoría fueron el ruso Tugan Baranovski y Hilferding. Este tipo de revisionismo era totalmente opuesto a las tesis subconsumistas que habían hecho escuela desde Sismondi. El revisionismo postulado por Baranovski y Hilferding enlazaba con Ricardo que no admitía ningún tipo de sobreproducción ni de mercancías ni de capital, mientras sus epígonos aceptarían la sobreproducción de capital. Baranovski y Hilferding parten de la oferta para elaborar sus planteamientos en contra del subconsumo, para ellos no cabe hablar de subconsumo por que toda producción engendra su propio consumo. Sostenían que la producción puede desarrollarse independientemente del consumo y, en consecuencia el capitalismo podía desarrollarse ilimitadamente sin sufrir crisis, esta idea choca evidentemente con la noción de Marx, en el sentido, de que los límites del capitalismo están marcados por las mismas leyes económicas que rigen su desarrollo. Pero para Hilferding “la producción puede ampliarse hasta el infinito sin conducir por eso a la sobreproducción, cada rama industrial crea con su expansión una demanda para las otras, los sectores de la producción se alimentan mutuamente, la industria se convierte en el mejor cliente de la industria.”(ibid, p.p. 33). Si bien, es cierto que la producción crea su propio mercado, el mercado a su vez estimula la oferta, es decir, la producción cuando esta no satisface a la demanda, sin embargo, esta unidad dialéctica entre la producción y el consumo no debe hacernos olvidar que “en la contradicción entre producción y consumo, es la producción la que desempeña el papel dominante: la producción va por delante del mercado, la oferta no espera a la demanda, el consumo no determina la producción. Marx no aceptaba que los problemas económicos pudieran analizarse desde el punto de vista de la demanda: “La gran industria, obligada por los mismos instrumentos de que dispone a producir en una escala cada vez mayor, no puede esperar a la demanda. La producción precede al consumo, la oferta fuerza la demanda” (ibid, p.p.36). Los subconsumistas exponen la ley de Say justo al revés: donde Ricardo y Say decían “toda oferta crea su propia demanda”, los subconsumistas afirman “toda demanda crea su propia oferta”.
Es necesario decir, que las teorías sobre el subconsumo están mas arraigadas entre las izquierdas que la ley de los mercados de Say, tan esto así, que una de las figuras más destacadas de la socialdemocracia alemana, como lo era indudablemente Rosa Luxemburgo no pudo evitar caer en el pantano de las concepciones subconsumistas, a la vez que coincidía en algunas cuestiones importantes con los populistas rusos. En una de sus obras más importantes “Reforma o Revolución”, confronta a los revisionistas calificándolos de ser adeptos de Kant, Proudhon y Lassalle, empero, en la explicación que da sobre las crisis de sobreproducción echa mano de la insuficiencia de la demanda solvente como la causa de éstas. Al asirse de esta explicación considera que el capitalismo sólo puede mantenerse en pie si coexiste con regiones no capitalistas tanto dentro como fuera de sus fronteras nacionales, estos serían los espacios donde el capitalismo podría realizar su producción excedente para evitar la sobreproducción. Así mismo, concibe la necesidad del surgimiento de “otras clases sociales” al margen de la burguesía y el proletariado para aumentar la demanda, en dado caso de que el capitalismo no tuviera mas regiones para expandirse. Para Luxemburgo, la causa del derrumbe del capitalismo, viene a ser, por tanto, “la falta de demanda, la reducción del consumo, la limitación de los mercados”. A pesar de que Luxemburgo dirige sus críticas a los revisionistas y a los populistas rusos, cae en los mismos errores de éstos, en vista de que también para ella el capitalismo podrá sobrevivir siempre y cuando encuentre las salidas exteriores y pueda contar con “otras clases sociales” , a Luxemburgo le sirve de poco hacer un rodeo por la periferia capitalista porque de todos modos viene a caer en el núcleo de las teorías subconsumistas, a saber: las crisis de sobreproducción obedecen a problemas de realización, de ahí que en el debate que enfrentó a Baranovski y Hilferding con Kautsky , donde los primeros defendían la ley de los mercados de Say, Luxemburgo tomó partido por éste ultimo. En definitiva Luxemburgo no crítica a las dos vertientes del revisionismo alemán, sino que toma partido por una de ellas: la vertiente kaustskiana. Sin embargo. “Los errores de Luxemburgo no pueden empañar el acierto de muchas de sus críticas, por ejemplo, al reafirmar al capitalismo como un sistema económico movido por la ganancia y no por la mera producción de mercancías; su defensa de la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia, “uno de los descubrimientos más importantes de la economía marxista (...) el que infunde un sentido real a la teoría del valor” (75), y finalmente su peculiar teoría de la bancarrota, a la que se llegará, según Luxemburgo, por dos vías: bien porque la expansión capitalista reduce cada vez los sectores no capitalistas y, en consecuencia, impide la acumulación, bien porque sin esperar a ese momento, el proletariado se levantará y acabará con el régimen del capital (76). Como afirma muy acertadamente, la lucha de clases es un “mero reflejo ideológico de la necesidad histórica objetiva del socialismo, que resulta de la imposibilidad económica objetiva del capitalismo al llegar a una cierta altura de su desarrollo”. (ibid, p.p. 43)

camilo mayta solis

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