LA CRISIS CAPITALISTA Y LOS SINDICATOS
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LA CRISIS- CONTRIBUCION DE LA CCI- primera parte

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LA CRISIS- CONTRIBUCION DE LA CCI- primera parte Empty LA CRISIS- CONTRIBUCION DE LA CCI- primera parte

Mensaje  camilo mayta solis Miér Mar 02, 2011 12:14 pm

En esta contribución que escribimos en la REVISTA INTERNACIONAL n º 13 ofrecemos una panorámica de las teorías y los debates que se han expresado en el movimiento comunista acerca de cómo explicar el capitalismo y sus crisis. La acompañamos de otro documento que es obra de Paul Mattick y que ofrece un resumen de las diversas explicaciones de la crisis capitalista, aparecidas en el movimiento marxista.
CCI 18-02-11
Este texto si bien no abordará todos los problemas relacionados con la teoría marxista sobre las crisis, sí que intentará establecer un marco para el debate que se está abriendo en el movimiento revolucionario internacional. Aunque no pretendemos ofrecer un punto de vista "objetivo" de este debate, puesto que defendemos una interpretación particular de los orígenes de la decadencia del capitalismo, si queremos aportar algunas pautas para que la discusión se desarrolle de manera constructiva.
Contexto del debate
La reanudación de la discusión sobre la crisis del capitalismo obedece, en términos generales, a una realidad material que estamos viviendo desde finales de los años 60: la irremediable caída del sistema capitalista, mundial, en un estado de crisis económica crónica. Los síntomas de alarma que vimos a mediados de los años 60 -y que tomaron sobre todo la forma de una dislocación del sistema monetario-, han dado paso hoy, a signos de auténtica zozobra, que afectan al corazón mismo de la producción capitalista: paro, inflación, descenso de la tasa de ganancia, desaceleración de la producción y del comercio. Ningún país del mundo -ni siquiera los que se proclaman "socialistas"- escapa a los efectos devastadores de esta crisis.
Durante los años 50 y 60 muchos elementos del reducido movimiento revolucionario, que mantenían una existencia precaria en un momento de quietud social y crecimiento económico, quedaron deslumbrados por el aparente éxito de la economía capitalista del período de posguerra. Grupos como "Socialisme ou Barbarie" o la "Internacional Situacionista", dieron por buena esa relativa prosperidad y declararon que el capitalismo había resuelto sus contradicciones económicas, por lo que las condiciones de una nueva revolución ya no residirían en los límites objetivos del sistema capitalista, sino en un rechazo "subjetivo" por parte de los explotados. Las premisas mismas del marxismo fueron puestas en duda, y a los grupos revolucionarios, que seguían insistiendo en que el capitalismo no podría evitar entrar en una nueva fase de crisis económica, se les tachó de "'reliquias' de la anticuada Izquierda Comunista que se aferran vanamente a la fosilizada ortodoxia marxista"
Sin embargo, algunos de estos grupos y elementos revolucionarios herederos de la Izquierda Comunista -"Internationalisme" en Francia (en los años 40 y 50), Paúl Mattick en EEUU, "Internacionalismo" en Venezuela (en la década de los 60)- siguieron defendiendo tenazmente sus posiciones; demostrando que el "boom" de posguerra era sólo eso: un producto del ciclo crisis-guerra-reconstrucción, característico del capitalismo en su época de decadencia; identificando, a mediados de los años 60, los primeros estornudos de la economía como lo que eran en realidad: los síntomas iniciales de un nuevo hundimiento de la economía capitalista; y entendiendo que la reaparición de las luchas obreras a partir de 1968 no tenía nada que ver con un rechazo de los "dirigidos" a "ser dirigidos", sino que se trataba de la respuesta del proletariado a la crisis económica y al deterioro de su nivel de vida. Apenas unos pocos años después de 1968 era ya imposible negar la existencia de una crisis económica de escala mundial. Las discusiones que se suscitaron entonces no se centraban ya en si existía o no la crisis económica, sino en su significado: ¿se trataba, como decían algunos, de un desequilibrio simplemente pasajero, expresión de la necesidad de "reestructurar" el aparato productivo; era acaso resultado del alza de los precios del petróleo, o de los aumentos de los costes salariales por las reivindicaciones obreras; o más bien, como defendieron los precursores directos de la "Corriente Comunista Internacional (CCI)", estábamos ante una manifestación del ocaso irreversible, histórico, del capitalismo, ante un nuevo momento de la agonía del Capital, que sólo puede conducir a la humanidad a la guerra o a la revolución mundial?
Este debate entre los elementos más avanzados del movimiento revolucionario quedó zanjado por el mismo avance inexorable de la crisis y por el reconocimiento, por la propia burguesía, de que no se trataba de un malestar pasajero sino de algo mucho más profundo y más grave. Se produjo entonces una decantación en la que grupos -caso del GLAT (Groupe de Liaison pour l'Action des Travailleurs -Grupo de Enlace para la Acción de los Trabajadores) en Francia- que se empeñaban en negar que la crisis económica actual expresara la decadencia del capitalismo, se quedaron en la estacada, flotando en las nubes del más refinado de los academicismos, tras abandonar sin más su peregrina explicación de que la causa de la crisis económica era la lucha de clases.
Hoy el debate ya no versa sobre si la crisis es un signo de la decadencia del capitalismo, sino sobre las bases económicas de la decadencia misma. En ese sentido, este debate es ya una expresión de todo el proceso de clarificación que ha tenido lugar en los últimos años. Que el debate pueda enfocarse en esos términos es el resultado de un progreso real en el movimiento revolucionario.
Importancia del debate
Comprender que el capitalismo es un sistema social en decadencia es absolutamente crucial hoy para cualquier práctica revolucionaria. La imposibilidad de reformas o de liberaciones nacionales, la integración de los sindicatos en el Estado, el significado del capitalismo de Estado, la perspectiva a la que hace frente hoy la clase obrera, etc., son cuestiones fundamentales que no pueden comprenderse sin situarlas en el contexto del periodo histórico en que vivimos. Pero si bien es cierto que ningún grupo revolucionario coherente puede actuar sin comprender el período de la decadencia del capitalismo, también es verdad que la importancia inmediata del debate sobre los fundamentos económicos de esa decadencia parece estar menos clara. Aunque más tarde examinaremos estas cuestiones, queremos detenernos antes en algunos errores que se cometen al abordarla. Estos errores se resumen, a grandes rasgos, en tres:
1.- Negar la importancia de la cuestión alegando que es "académica" o "abstracta". Ejemplo de esta actitud es la del grupo "Worker's Voice" -La Voz de los Trabajadores- de Liverpool, (unificado en 1975 con "Revolutionary Perspectives" dando lugar a la "Communist Workers Organisation" (CWO); de la que se escindió un año después. Una de las debilidades de éste grupo -aunque no la más importante, en honor a la verdad- era su desinterés e incomprensión de la decadencia del capitalismo, limitándose su posición a afirmar vagamente que el capitalismo estaba en declive, lo que le llevó a graves confusiones. Algunos elementos de Liverpool, siendo aún miembros de la CWO, empezaron a desarrollar una visión completamente idealista y moralista de la lucha de clases; otros sucumbieron a las ilusiones inmediatistas ante la incapacidad de analizar las luchas meramente locales a las que se vieron confrontados. Hay que decir que, por lo general, estas actitudes de menosprecio de la "teoría" van de la mano de concepciones activistas sobre el trabajo político.
2.- Otro error es el de exagerar la importancia del debate. Dado que este peligro está mucho más extendido en el medio de los grupos revolucionarios, nos extenderemos algo más sobre él. Un ejemplo típico lo tenemos en la CWO, que no contenta con considerar que la tendencia a la baja de la tasa de ganancia es la única explicación económica de la decadencia del capitalismo, ve además en todos los supuestos errores políticos de otros grupos la consecuencia de las "falsas" explicaciones de éstos sobre la decadencia. Así, la CWO considera que: el activismo del grupo "Pour une Intervention Communiste" (PIC) es resultado directo de su análisis "luxemburguista" de la decadencia (ver Texto para la Reunión entre la CWO y PIC en "Revolutionary Perspectives", nº Cool y que las insuficiencias políticas de la CCI (que abarcarían desde sus análisis y su actitud respecto a la izquierda, hasta sus errores sobre el período de transición), vendrían a ser el resultado del análisis "luxemburguista" de ésta sobre la crisis económica. Y puesto que la CWO considera que las posiciones políticas no emanan, fundamentalmente, de la comprensión del período de la decadencia capitalista sino de la interpretación económica que se hace de ésta, deduce que cualquier reagrupamiento con otros grupos, que tengan un análisis diferente sobre este periodo, es imposible. Por otra parte la CWO insiste sobremanera en la necesidad de escribir artículos sobre "economía", en detrimento de otras preocupaciones que son responsabilidad igualmente de los revolucionarios.
Este sesgo academicista podemos verlo también en algunos círculos de estudio y discusión que están surgiendo, sobre todo en los que han aparecido en Escandinavia. Para muchos de estos compañeros resulta imposible llevar a cabo una actividad política regular y crear una organización, sin haber entendido antes, hasta la última coma, toda la crítica de Marx a la Economía Política. Y dado que esta tarea resulta prácticamente irrealizable, sucede que se retrasa indefinidamente el compromiso y la actividad militante, para dedicarse en cambio a sesiones de estudio de "El Capital" o a debates sobre la enésima elucubración del "marxismo" académico, a las que tan aficionadas son las universidades escandinavas, alemanas,...
Estos compañeros, que ponen un énfasis exagerado en el análisis económico, en realidad no comprenden qué es el marxismo; que no es en absoluto un nuevo sistema "económico" sino la crítica de la economía política burguesa hecha desde el punto de vista de la clase obrera. Ese punto de vista es el que, en última instancia, permite alcanzar una comprensión clara de los procesos económicos del capitalismo, y no al revés. Creer que la claridad política y la defensa de la perspectiva proletaria nacen de un estudio abstracto y contemplativo de la economía, pensar que es posible disociar la crítica marxista de la economía política de la visión militante del proletariado, equivale a abandonar las premisas fundamentales del marxismo: que la existencia precede a la conciencia y que son los intereses generales de las clases sociales los que determinan su visión de la economía y de la sociedad. La concepción de los camaradas lleva a una visión caricaturesca e idealista del marxismo al que se le considera como una especie de ciencia "pura", una disciplina académica pérdida en la abstracción, alejada del mundo sórdido y vulgar de la política y la lucha de clases.
La crítica de Marx, expresión de los intereses de clase del proletariado, a la economía política burguesa demostró que las teorías económicas de la burguesía eran, en resumidas cuentas, una apología de los intereses de clase de la burguesía. El análisis, que aparece en "El Capital" y en otras obras de Marx sobre la tendencia inherente del capitalismo a su hundimiento, constituye en realidad la elaboración teórica de la conciencia práctica que surge del ser histórico del proletariado, última clase explotada de la historia y portadora de un modo de producción superior y sin clases. Sólo desde el punto de vista de esta clase se puede comprender no solo el carácter transitorio del capitalismo sino que la solución a las contradicciones de éste está en el comunismo. De ahí que la existencia del proletariado precediera a la de Marx, y que podamos decir que las teorías elaboradas por Marx, o sea el marxismo, son producto del proletariado. Las concepciones generales que se desarrollan en el "Manifiesto Comunista" -que a nuestros academicistas les parecerán posiciones y polémicas "vulgarmente políticas"- precedieron y sentaron las bases de la reflexión más avanzada que aparece en "El Capital". "El Capital" mismo -al que el propio Marx llegó a llamar «mierda de la economía»- se concibió como la primera parte de un trabajo mucho más vasto que iba a tratar todos y cada uno de los aspectos de la vida política y social en el capitalismo. Quienes piensan que hay que saberse cada punto y cada coma de "El Capital", antes de entrar en las posiciones de clase del proletariado y defenderlas activamente, están volviendo del revés el marxismo y la historia.
Para Marx no hay distinción entre el análisis "político" y el análisis "económico". La visión de que el primero sería la comprensión práctica del mundo y el punto de vista de la clase proletaria, y el segundo la visión "objetiva", "científica", la que cualquier profesor universitario o cualquier "gurú" izquierdista, lo suficientemente espabilado como para leerse los volúmenes de "El Capital", podrían aplicar, no es la visión de Marx sino la de Kautsky y de otros teóricos de la Segunda Internacional, que veían el marxismo como una especie de ciencia neutra elaborada por intelectuales burgueses y aportada, "desde fuera", a la clase obrera en el capitalismo (el proletariado).
Para Marx, la teoría comunista es una expresión del movimiento mismo del proletariado: «Así como los economistas son los representantes científicos de la clase burguesa; los socialistas y los comunistas son los teóricos de la clase proletaria» ("Miseria de la Filosofía", Ediciones Progreso. Moscú. Pág. 121).
"El Capital", como todas las obras de Marx, es el producto militante y polémico de un comunista, de un combatiente del proletariado; no puede concebirse más que como un arma del proletariado, una contribución a su toma de conciencia y a su emancipación. ¿Cómo podría ser de otra forma la obra de Marx, cuando él mismo criticó a los filósofos radicales de la burguesía porque, como todos los filósofos, se limitaban a interpretar el mundo?
Marx se volcó en el estudio de la economía política porque quería dar una base más firme, un marco más coherente, a la perspectiva política que se derivaba de la lucha de la clase y de sus experiencias. Jamás consideró este estudio como una alternativa a la actividad política; es más, Marx interrumpió en numerosas ocasiones sus investigaciones para consagrarse a la organización de la Iª Internacional. Tampoco veía en ello la única fuente de las posiciones revolucionarias, puesto que no podían reemplazar a lo que constituía su verdadera sustancia: la conciencia histórica del proletariado.
Así como la claridad política se basa primordialmente en la capacidad para asimilar el contenido de la experiencia de la clase obrera, las confusiones políticas expresan esencialmente la incapacidad de hacerlo y, más aún, la penetración de la ideología burguesa. Por ejemplo, las confusiones de Bernstein sobre la posibilidad de que el capitalismo superase sus crisis, no eran únicamente resultado de su incapacidad para comprender el funcionamiento de la ley del valor, sino que reflejaban la creciente subordinación ideológica de la socialdemocracia a los intereses del capital. Por esa misma razón, la crítica que Rosa Luxemburgo y otros hicieron de las posiciones de los reformistas no provenía de que se sintieran "mejores economistas" que ellos, sino de su capacidad para defender una perspectiva de clase contra la penetración de la ideología burguesa.
3.- El tercer error, muy ligado al anterior, consiste en creer que el debate sobre las bases económicas de la decadencia se ha resuelto o se resolverá en el futuro. Esta visión parte, una vez más, del presupuesto de que los procesos económicos del capitalismo pueden ser completamente comprendidos si se es lo bastante listo, lo suficientemente científico, o si se tiene el tiempo necesario para estudiarlos. Sin embargo, y al margen de algunas ideas fundamentales, sobre todo aquellas relacionadas con la naturaleza y la experiencia del proletariado -la realidad de la explotación, la inevitabilidad de la crisis, el significado concreto de la decadencia,...-, muchos de los problemas planteados por el marxismo no pueden quedar jamás zanjados definitivamente, precisamente porque no todos ellos se derivan de la experiencia de la clase obrera en su lucha. Esto puede aplicarse a la cuestión de cuál es el factor que determina la decadencia del capitalismo. La experiencia futura de la clase obrera no bastará para determinar si la decadencia del capitalismo comenzó como resultado de la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, o de la saturación del mercado mundial; a diferencia de lo que sucede con otras cuestiones aún "no resueltas", como la de la naturaleza exacta del Estado en el período de transición, que sí habrán de resolverse en la próxima oleada revolucionaria.
Creemos haber demostrado con esto que el debate sobre las verdaderas "causas" de la decadencia no puede darse por concluido, pero es además importante recalcar que Marx jamás pudo elaborar una teoría completa sobre la crisis histórica del capitalismo. Pretender lo contrario sería a-histórico, ya que Marx no pudo captar todo el fenómeno de la decadencia del capitalismo, dado que vivió en un período en el que este sistema estaba aún por desarrollarse en todo el planeta. Lo que sí hizo Marx fue adelantar ciertas indicaciones generales, algunos conceptos fundamentales y, sobre todo, un método para abordar el problema. Los revolucionarios de hoy deben reapropiarse de ese método pero, precisamente porque el marxismo no es una doctrina anquilosada sino un análisis dinámico de una realidad cambiante, no pueden usar ese método y al mismo tiempo reivindicar el pretendido "marxismo ortodoxo" que, supuestamente, habría dicho ya la última palabra sobre todos los aspectos de la teoría revolucionaria. Esta actitud sólo conduce, en realidad, a distorsionar lo que de verdad dijo Marx. La CWO, por ejemplo, que se empeña en demostrar que la explicación de la decadencia basada en la tendencia decreciente de la tasa de ganancia es la única explicación marxista, cae en el error de dejar de lado la cuestión de la sobreproducción de mercancías, o sea el problema del mercado. La CWO afirma que el interés por esta última cuestión no tiene nada que ver con Marx, y lo presenta como una variante de la teoría del subconsumo y de otras confusiones de Sismondi y Malthus. Sin embargo, tal y como veremos más adelante, el problema de la sobreproducción sí que ocupa un lugar central en la teoría de Marx sobre la crisis. Si queremos que el debate sobre la decadencia sea fructífero hemos de dejar atrás sectarismos y "ortodoxias" y tratar sobre todo de definir un cuadro general en el que pueda desarrollarse un enfoque marxista de la discusión.
Dos teorías sobre la crisis
No existen mil y una teorías sobre la crisis en la tradición marxista. El declive del capitalismo no es el resultado ni de la avidez de los capitalistas, ni del "triunfo del socialismo en una sexta parte de la Tierra", ni del agotamiento de los recursos naturales. Existen básicamente dos explicaciones de la crisis histórica del capitalismo. Ya Marx señaló dos contradicciones fundamentales que se encuentran en la raíz de las crisis de crecimiento por las que pasó el capitalismo a lo largo del siglo XIX y que, en un momento de su evolución, le llevarían a su etapa histórica de decadencia y le empujarían a una crisis mortal que pondría la revolución comunista a la orden del día. Esas dos contradicciones son: 1) la tasa de ganancia, que tiende a decrecer dada la inevitabilidad de una elevación constante de la composición orgánica del capital, y 2) el problema de la sobreproducción, enfermedad innata del capitalismo por la que produce más de lo que el mercado puede absorber. Aunque Marx elaboró un marco de análisis en el que estos dos fenómenos aparecen directamente relacionados, es bien cierto que él mismo no pudo completar su examen del sistema capitalista, por lo que en según que escritos, ponía el énfasis en uno u otro al señalar la causa fundamental de la crisis. En "El Capital" (libro III, sección 3ª) se señala efectivamente la tendencia decreciente de la tasa de ganancia como la principal barrera a la acumulación, aunque aparece también (como veremos más adelante) el problema del mercado. En su polémica con Ricardo (Teorías sobre la Plusvalía: Libro IV de "El Capital") Marx considera, en cambio, la sobreproducción de mercancías como el «fenómeno básico de las crisis». Precisamente el hecho de que Marx no pudiera completar su teoría sobre esta cuestión crucial es lo que ha llevado a la controversia, en las filas del movimiento obrero, sobre las bases económicas de la decadencia capitalista. Pero, como ya hemos dicho, esto no se debe únicamente a la incapacidad personal de Marx -no poder completar su obra "El Capital"- sino a las propias limitaciones de la etapa histórica en que vivió.
En el periodo que siguió a la muerte de Marx y Engels la situación histórica se caracterizó por una relativa estabilidad económica en las metrópolis capitalistas y por la carrera desenfrenada entre las principales potencias capitalistas por anexionarse las zonas del planeta que aún restaban por conquistar. Las discusiones sobre las causas específicas de las crisis capitalistas tendieron, en ese momento, a situarse en el contexto de los encendidos debates que, en el seno de la Segunda Internacional, enfrentaron a reformistas y a revolucionarios. Los primeros negaban que el capitalismo pudiese encontrar barreras fundamentales en su expansión. Los segundos comenzaban a darse cuenta de que el imperialismo constituía un síntoma del agotamiento de la fase ascendente del capitalismo. En esos años, la teoría "ortodoxa" del marxismo sobre la crisis, tal y como la defendían Kautsky y otros, se centraba más bien sobre el problema de los mercados, pero sin sistematizarlo y sin relacionarlo con la decadencia del sistema; hasta que Rosa Luxemburgo publicó, en 1913, su obra "La acumulación del capital". Este texto constituye la exposición más coherente de la tesis según la cual la decadencia del capitalismo es, en primer lugar y ante todo, consecuencia de la incapacidad de este sistema social para ampliar continuamente el mercado. Luxemburgo desarrolló el argumento de que ya que la totalidad de la plusvalía del capital social global no puede, por su propia naturaleza, ser realizada en el seno de las relaciones sociales capitalistas, el crecimiento del capitalismo depende de sus continuas conquistas de mercados pre-capitalistas; y por tanto que el agotamiento relativo de estos mercados, lo que sucedió a finales del siglo XIX y principios del XX, es lo que precipitó al sistema capitalista a una nueva etapa de barbarie y guerras imperialistas.
La 1ª Guerra Mundial confirmó que esa nueva época era ya una realidad y que el capitalismo entraba en una nueva etapa. La posición de que se inauguraba «el período de la descomposición y el derrumbe de todo el sistema capitalista mundial» ("Carta de Invitación al Primer Congreso de la Internacional Comunista (I.C.)". Enero de 1919) constituyó un verdadero axioma para todo el movimiento revolucionario de aquella época. Sin embargo la Internacional Comunista no adoptó una posición unánime sobre las causas específicas de la descomposición capitalista; los principales teóricos de la I. C., como Lenin o Bujarin, no compartían el punto de vista de Luxemburgo y ponían más énfasis en la "tendencia decreciente de la tasa de ganancia"; Lenin, por ejemplo, estuvo particularmente influenciado por las estrafalarias tesis de Hilferding sobre la teoría de la concentración -un auténtico callejón sin salida para el pensamiento marxista. Lo cierto es que la I.C. jamás elaboró un análisis completo de la decadencia capitalista; por el contrario, sus análisis estuvieron marcados, sobre todo, por una incapacidad para comprender que la totalidad del mundo capitalista estaba ya en decadencia y, por tanto, no había lugar ya para revoluciones burguesas o liberaciones nacionales de las colonias.
Las minorías revolucionarias más coherentes de ese momento y del período de derrota que le sucedió, es decir los revolucionarios de la Izquierda Comunista de Alemania e Italia, se inclinaban más hacia la teoría de Rosa Luxemburgo. Esta tradición ha mantenido una continuidad que va desde el KAPD, Bilan, Internationalisme,..., hasta la CCI de hoy. Durante los años 30, Paúl Mattick, que pertenecía al movimiento de los Comunistas de los Consejos, retomó la crítica de Henryk Grossman a Rosa Luxemburgo y la idea de que la crisis permanente del capitalismo aparece cuando la composición orgánica del capital alcanza tal magnitud que hay cada vez menos plusvalía para relanzar la acumulación. Esta teoría, aunque revisada en algunos puntos, es la que hoy defienden grupos como la CWO, Battaglia Comunista y algunos grupos surgidos en Escandinavia, y la que también comparten algunos militantes de la CCI. Podemos ver por tanto que el debate que hoy se desarrolla tiene sus raíces históricas en un largo camino que empezó con Marx.
Marx: La cuestión de los mercados y la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.
El debate sobre los fundamentos económicos de la decadencia capitalista plantea, de entrada, dos interrogantes: ¿se excluyen mutuamente las dos explicaciones?, ¿conducen a conclusiones políticas diferentes? Examinemos primero un aspecto de la primera de estas preguntas. Quienes defienden hoy la teoría de Mattick afirman que la tesis de Rosa Luxemburgo no tiene nada que ver con Marx. De ser así no cabría entonces hablar de un debate entre ambas posiciones.
En los últimos años algunos de los revolucionarios, surgidos al calor de la reanudación de la lucha de clases, defienden la tesis de Mattick porque les parece, entre otras razones, que la tendencia decreciente de la tasa de ganancia se ajusta mejor a los análisis desarrollados por Marx en "El Capital". "Marx sitúa la crisis en «la esfera de la producción» y no en la de la «circulación», nos dicen al tiempo que nos reprochan: "como la misma burguesía, os interesáis por "el problema del mercado". La mayoría de los compañeros que nos hacen tales recriminaciones adoptan también el grito de guerra de los "críticos" del trabajo de Luxemburgo en 1913: "toda la teoría de Rosa Luxemburgo se basa en una incomprensión de los esquemas de la reproducción ampliada que figuran en el Libro II de El Capital. El problema que plantea Rosa sobre la realización de la plusvalía no existe como tal". En Revolutionary Perspectives, nº 6 encontramos una muestra particularmente virulenta de esto, de cómo CWO, con su acostumbrado sectarismo, acusa a Luxemburgo de haber abandonado completamente el marxismo.
No vamos a responder aquí a ese texto pero sí que nos concentraremos en explicar por qué la CCI considera que la teoría de Rosa Luxemburgo se inscribe, plenamente, en el método marxista, y también por qué la explicación de la decadencia por medio de la tesis sobre el problema de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, en realidad oscurece algunos aspectos cruciales de los análisis de Marx. Para entrar en materia tomemos, en primer lugar, una cita del mencionado artículo de R. P.: «Marx no dijo que la desproporción entre sectores no podía ser causa de la crisis (...). Lo que sí demostró es que la contradicción fundamental del modo de producción capitalista, su contradicción histórica, no se situaba en el proceso de circulación».
Esta afirmación ignora completamente lo que explicó Marx sobre las crisis. La idea de que las crisis de sobreproducción se debían a una "desproporción" entre sectores -o sea que no tenían su causa en las relaciones sociales capitalistas sino que se trataba de inadecuaciones pasajeras y contingentes entre la oferta y la demanda- era la idea que defendían precisamente Say y Ricardo, y que Marx atacó en sus "Teorías sobre la Plusvalía": «La concepción que Ricardo ha adoptado del vacuo e insustancial Say (...) de que es imposible la sobreproducción o, por lo menos, la saturación general del mercado, se basa en el principio de que los productos siempre se cambian por productos o, como ha dicho Mill, en el "equilibrio metafísico de los vendedores y los compradores" convertido más tarde (en el principio de que) la demanda sólo está determinada por la producción o, incluso, en el principio de la identidad entre la demanda y la oferta». (Karl Marx: "Teoría Económica". Barcelona 1967. Págs. 237-238). Más adelante, sobre la "explicación" de los ricardianos, incluso dice: "(explicar) la sobreproducción por un lado y la subproducción por otro sólo puede significar una cosa: si la producción fuese proporcional no habría superproducción". (Ídem. Pág. 281).
Marx denuncia estas "fantasías" e insiste en que la teoría de que la superproducción generalizada es imposible es una apología ciega de la producción capitalista. Para Marx, la sobreproducción no es simplemente una interrupción pasajera en un proceso de acumulación regular y constante y nos dice que tal armonía entre la oferta y la demanda tal vez sea teóricamente posible en una economía de simple producción de mercancías, pero no en una sociedad basada en relaciones de clase capitalistas, en la producción de plusvalía. En realidad, dice: "La sobreproducción está específicamente condicionada por la ley general de la producción del capital: se produce a la medida de las fuerzas productivas, es decir, de acuerdo con la posibilidad que tiene una determinada cantidad de capital de explotar una cantidad máxima de trabajo, sin atender a los límites efectivos del mercado ni a las necesidades solventes capaces de pagar. Y esto ocurre a través de la expansión constante de la reproducción y la acumulación y, por consiguiente, de la reconversión constante de la renta en capital; quedando limitada la masa de los productores al nivel medio de las necesidades, que es lo que tiene ser necesariamente, según las bases de la producción capitalista". (Ídem. Pág. 284).
Marx profundiza más sobre los límites intrínsecos del mercado capitalista cuando recalca: "La mera relación entre el trabajador asalariado y el capitalista implica que:
1.- la gran mayoría de los productores (los obreros) son no-consumidores (es decir, no compradores) de una parte considerable de su producto, concretamente de los instrumentos de trabajo y de las materias primas.
2.- la gran mayoría de los productores (es decir, los obreros) sólo pueden consumir el equivalente del producto cuando en realidad producen más que este equivalente (plusvalía o producto adicional). Ha de haber constantemente obreros que produzcan con exceso, por encima de sus necesidades para poder ser consumidores o compradores dentro de los límites de sus necesidades". (Ídem. Págs. 265-66).
Debido a esa limitación "interna" del mercado capitalista, el mercado "externo" debe ser ampliado constantemente si el capitalismo quiere evitar la sobreproducción , debida precisamente a esos límites "internos" del sistema capitalista; dice Marx: "Simplemente admitir que el mercado se ha de ampliar junto con la producción es admitir, desde otro ángulo, que la sobreproducción es posible; por estar el mercado limitado externamente en sentido geográfico, el mercado interior está limitado comparado con un mercado a la vez interior y exterior, y éste a su vez restringido en comparación con el mercado mundial -el cual es, a su vez, un mercado constantemente limitado, aunque sea capaz de expansionarse. Por consiguiente, admitir que el mercado se ha de ampliar si queremos que no haya sobreproducción supone admitir que la sobreproducción es posible. Puesto que el mercado y la producción son dos factores independientes, es perfectamente posible que la expansión de uno no se corresponda con la expansión de la otra, que los límites del mercado no se puedan ampliar con bastante rapidez para la producción o bien que los nuevos mercados -las nuevas ampliaciones del mercado- puedan ser rápidamente absorbidos por la producción, de modo que el mercado ampliado represente una traba para la producción como lo era el anterior mercado, más limitado.
Ricardo, consecuente consigo mismo, niega la necesidad de la expansión del mercado que se corresponde con la expansión de la producción y el crecimiento del capital". (Ídem. Pág. 274).
Marx vuelve a este punto en la sección en que trata la "tendencia decreciente de la cuota de ganancia": "La extracción de esta plusvalía constituye el proceso directo de producción, el cual, como queda dicho, no tiene más límites que los señalados más arriba. La plusvalía se produce tan pronto como la cantidad de trabajo sobrante que puede exprimirse se materializa en mercancías. Pero con esta producción de plusvalía finaliza solamente el primer acto del proceso capitalista de producción, que es un proceso de producción directo. El capital ha absorbido una cantidad mayor o menor de trabajo no retribuido. Con el desarrollo del proceso, que se traduce en una disminución de la cuota de ganancia, la masa de la plusvalía así producida se incrementa en proporciones enormes. Aquí empieza el segundo acto del proceso. La masa total de mercancías, el producto total, tanto la parte que repone el capital constante y el variable como la que representa la plusvalía, necesita venderse. Si no logra venderse o sólo se vende en parte o a precios inferiores a los de producción, aunque el obrero haya sido explotado su explotación no se realiza como tal para el capitalista. Las condiciones de la explotación directa y las de su realización no son idénticas. No solo difieren en cuanto al tiempo y al lugar, sino también en cuanto al concepto. Unas están limitadas solamente por la capacidad productiva de la sociedad, otras por la proporcionalidad entre las diferentes ramas de la producción y la capacidad de consumo de la sociedad. Pero esta capacidad no se halla determinada ni por la capacidad productiva absoluta ni por la capacidad absoluta de consumo, sino por la capacidad de consumo basada en las condiciones antagónicas de distribución que reducen el consumo de la gran masa de la sociedad a sólo un mínimo, susceptible de variación dentro de límites muy estrechos. Está limitada además por el impulso de acumulación; es decir, por la tendencia a acrecentar el capital y a producir plusvalía a una escala ampliada. Esta es una ley fundamental de la producción capitalista, ley que obedece a las constantes revoluciones operadas en los propios métodos de producción: la depreciación constante del capital existente, que supone la lucha general de la competencia, y la necesidad de perfeccionar la producción y ampliar su escala, simplemente como medio de conservación y so pena de perecer. El mercado tiene por tanto que extenderse constantemente, de modo que sus conexiones y las condiciones que lo regulan van adquiriendo cada vez más la forma de una ley natural, independiente de la voluntad de los productores, cada vez más incontrolable. La contradicción interna tiende a compensarse mediante la expansión en el campo externo de la producción. Pero cuanto más se desarrolla la capacidad productiva más choca con los angostos fundamentos sobre los que descansan las condiciones del consumo. Partiendo de esta base contradictoria, no es en modo alguno una contradicción que el exceso de producción vaya unido al exceso de población. Si bien la combinación de ambos factores aumenta la masa de plusvalía producida, también se acentúa con ello la contradicción entre las condiciones en las que la plusvalía se produce y en las que se realiza". (Marx: "El Capital". Tomo III. Pág. 243. Fondo de Cultura Económica. México. Resaltado por nosotros).
Ahora bien, como Luxemburgo explica en "La acumulación de capital", cuando Marx habla de "la expansión del campo externo de la producción" o del "comercio exterior" se refiere a la expansión y al comercio hacia y con las áreas no capitalistas; eso se debe a su esquema de la acumulación, en el que Marx considera al conjunto del mundo capitalista como una sola nación, compuesta exclusivamente por obreros y capitalistas. Al contrario de lo que afirma la CWO, que no entiende cómo es posible realizar la plusvalía con tal comercio (ver Revolutionary Perspectives, nº 6. Págs. 15-16), Marx reconocía claramente la posibilidad: "Al contrario, dentro de su proceso de circulación, en el que el capital industrial funciona como dinero o como mercancía, el ciclo del capital industrial, ya sea como capital-dinero o como capital-mercancías, se entrecruza con la circulación de mercancías de los más diversos tipos sociales de producción, siempre y cuando sean, al mismo tiempo, sistemas de producción de mercancías. Poco importa que las mercancías sean el producto del tipo de producción basado en la esclavitud o del trabajo de unos campesinos (chinos, ryots indios, etc.), del régimen comunal (Indias orientales holandesas) o de la producción del Estado (como ocurre en ciertas épocas primitivas de la historia de Rusia, basadas en la servidumbre), de los pueblos semisalvajes dedicados a la caza o ..., etc.; cualquiera que sea su origen se enfrentan como mercancías y dinero al dinero y las mercancías que representan el capital industrial y entran tanto en el circulo de éste como en el de la plusvalía contenida en el capital-mercancías; siempre y cuando ésta se invierta como renta; entran, por tanto, en las dos ramas de circulación del capital-mercancías. El carácter del proceso de producción del que proceden es indiferente para estos efectos, funcionan como tales mercancías en el mercado y entran como mercancías tanto en el ciclo del capital industrial como en la circulación de la plusvalía adherida a él". (Ídem. Tomo II. Pág. 98).

camilo mayta solis

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