LA CRISIS CAPITALISTA Y LOS SINDICATOS
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SOBRE LOS SINDICATOS - Motcezuma Escobedo

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Mensaje  camilo mayta solis Dom Feb 27, 2011 3:25 pm


I. Introducción
Con respecto al tema la naturaleza y la función de los sindicatos, que figura como propuesta del eje temático II, en el IV Encuentro Anual del Bloque Marxista de propaganda (BMP ), juzgamos que es necesario hacer una breve exposición histórica sobre el origen y el desarrollo de las formas adoptadas por los trabajadores, para oponer la defensa de sus intereses económicos a los del el capital, habida cuenta que la organización sindical en que ha tomado cuerpo esa defensa, ha sido y es inevitable en el capitalismo, y con el desarrollo de éste ha dado pie a la formación de los grandes sindicatos industriales.
La forma sindical de organización de los trabajadores cubren un largo periodo, el punto de inicio puede ubicarse en el momento en que los productores directos, agrupados en los gremios y las corporaciones heredados de la edad media tardía, opusieron resistencia al desarrollo de la producción capitalista que se abría paso asimilando y expropiando a la gran masa de esos productores directos.
Al consolidarse la producción capitalista, surgen las primeras organizaciones propiamente sindicales, es decir, las organizaciones conformadas por los modernos proletarios modernos despojados de toda propiedad, que no sea la de su fuerza de trabajo. Atrás había quedado la producción artesanal de los gremios y las corporaciones, con sus otrora privilegios medievales anulados por el impulso de la industria moderna que dio lugar a un nuevo marco jurídico- político acorde a las necesidades de ésta. De esa forma, la producción artesanal sólo siguió subsistiendo marginalmente en las esferas de producción que el capitalismo aun no acababa de ocupar.
En el desarrollo de este esbozo sobre los sindicatos, veremos cómo persiste un rasgo común, que ha venido identificando la lucha gremio-sindical desde su origen hasta la fecha: el carácter eminentemente económico de esa lucha, conjugada con la recurrente solicitud de mediación del Estado en el antagonismo obrero-patronal, o si se quiere entre el capital versus trabajo. Pero además, la lucha sindical, no puede revelarse o adquirir otra forma, y las veces que las distintas concepciones sindicalistas, bastándose a sí mismas, intentaron enfrentar al capitalismo por la vía revolucionaria, descartando la necesidad de que el proletariado se organizase en partido de clase, como vanguardia revolucionaria con sus elementos más conscientes, tornaron a comportarse después de un breve periodo de radicalismo, en lo que a su naturaleza y función correspondía: asumirse como un elemento orgánico del capital y buscar el equilibrio entre éste y sus demás elementos. La memoria histórica de la lucha política del proletariado registra este tipo de experiencias en la actuación de la Industrial Workers of the World (IWW) norteamericana y la confederación nacional de trabajadores (CNT) española.
Ubicados en nuestra región, los últimos tres cuartos de siglo, han visto crecer significativamente el número de miembros de la clase obrera, y sin embargo esto no se ha traducido en una creciente participación del proletariado latinoamericano dentro de organizaciones políticas obreras marxistas ¿Por qué? La explicación es larga, aquí solamente adelantamos una corta tomada de la realidad: simplemente no han existido nunca este tipo de organizaciones, en cambio pululan en el entorno que abarca desde el sur del río Bravo hasta la Patagonia una infinidad de organizaciones políticas y sindicales de composición social obrera las primeras y obviamente las segundas adscritas todas ellas al reformismo nacional populista aderezado con su correspondiente encendido antiimperialismo yanqui. Es este posicionamiento ideológico- político que ha formado tradición entre los elementos de la vanguardia natural del proletariado, elementos que aparecen al frente de los sindicatos autodenominados independientes y democráticos, y la tradición en este caso como en todos “es una gran fuerza de freno”, según ha dicho Engels. Pero, ello nos debe llevar a la pregunta ¿cómo romper con el lastre de esa tradición? Aventuramos una primera respuesta, no será definitivamente haciendo concesiones de los principios fundamentales de la teoría revolucionaria, depositando falsas expectativas, en el sentido que la contemporización con la tradición del sindicalismo independiente y democrático operará el milagro de que sumemos más militantes comunistas a nuestras hoy reducidas filas, más bien, deberíamos actuar, a la inversa, no ser condescendientes con ellos, aun y cuando el acercamiento viniera de algunos de ellos hacia nosotros, que no se vea, que nos hacen un favor al venir con nosotros o al aceptar que nos vinculemos con ellos. Sólo la crítica más decidida y a la vez fraterna desde el materialismo histórico contra sus posicionamientos puede lograr que los elementos más consecuentes y comprometidos del sindicalismo rompan con la fuerte tradición reformista y se sumen a la causa de la revolución.

II. esbozo histórico sobre el origen del sindicalismo
a. Gremios y corporaciones

Es propio del sentido común adjudicarle un carácter justo y progresista a cualquier intento de organización de parte de los trabajadores, sin averiguar bien a bien por qué y para qué se organizan, así por ejemplo no faltaron quienes durante el periodo manufacturero de la industria, periodo en que se inicia la sustitución masiva de los pequeños talleres artesanales por las primeras fabricas que utilizan el trabajo combinado, salieran en defensa de los maestros (casi siempre dueños del taller artesanal), de los oficiales y aprendices que trabajaban para aquél, considerando que la lucha de éstos en contra de la implantación de la manufactura capitalista, era una lucha justa, y en efecto lo era, si se veía desde la perspectiva del dueño del pequeño taller artesanal, que corría el riesgo inminente de perder su propiedad o de verse desplazado del mercado, por la manufactura que podía ofrecer productos más baratos que lo condujeran a la quiebra económica. En los cálculos de los defensores del caduco modo de producción feudal, importaba poco el hecho de que con la implantación de la manufactura capitalista, la industria doméstica y el pequeño taller artesanal perdieran su razón económica de ser, de que se hubieran tornado poco productivos, que ya no correspondieran a las nuevas relaciones sociales de producción sobre las que marchaba la producción capitalista. La lucha por su sobre vivencia económica era una lucha estéril, por eso, si desde el punto de vista de la moral del feudalismo, esa lucha podía ser válida, es decir justa, desde la nueva economía burguesa resultaba además de estéril, reaccionaria. La organización de aquellos maestros, oficiales y aprendices para defenderse de los embates de la manufactura capitalista, constituían un vano intento por detener el desarrollo de las fuerzas productivas patrocinadas por el capitalismo, de ese intento resultaba el carácter reaccionario, antiprogresista de la lucha de los gremios y corporaciones medievales.
Un ejemplo de porque la producción artesanal propia de los gremios, de las corporaciones y de la industria domestica tan sólo pudieron aplazar su decadencia frente a la competencia manufacturera capitalista, se debió al hecho de que las distintas monarquías absolutistas, encarnación política del régimen de servidumbre, tomaron medidas de política económica que obstaculizaron transitoriamente el desarrollo de la producción capitalista. El caso de España, el despotismo ilustrado de Carlos III, todavía fines del siglo XIX, prohibían la instalación de la industria textil en todos sus dominios de ultramar, con el objetivo de proteger a los gremios y corporaciones textiles españoles de la competencia asegurándoles los mercados de sus colonias. Finalmente la revolución política iniciada en España en 1808, con la invasión francesa, trajo consigo la abolición legal de los gremios y corporaciones, abolición promulgada por las Cortes de Cádiz de 1813, aunque su desaparición definitiva data de 1836.
Lo expuesto sucintamente nos muestra como los gremios siendo las primeras organizaciones de los trabajadores no iban en sus demandas más allá de las puramente económicas, y para ello, no dudaban en solicitar o en su caso exigir la intermediación del monarquismo absolutista para conservar sus canonjías y privilegios, mismos que obstruían la libertad de trabajo y de comercio, requeridas para el desarrollo de las fuerzas productivas impulsadas por el capitalismo. Los gremios y las corporaciones pasaban así a convertirse en una fuerza reaccionaria y antiprogresista con una tradición de cinco siglos sobre si.
De lo dicho hasta aquí, podemos adelantar una segunda respuesta. Oponerse al capitalismo en su edad infantil desde las posiciones del gremialismo medieval, implicaba, por supuesto, oponerse a la revolución democrático-burguesa, del mismo modo que hoy, oponerse al capitalismo postrero desde las posiciones del populismo nacionalista, es oponerse a la revolución socialista.

b. Tradeunionisno inglés
Con el advenimiento de la revolución industrial a fines del siglo XVIII, acabó por definirse en la escena histórica el conflicto irreconciliable entre la burguesía y el proletariado. La aparición del proletariado moderno, trajo consigo, la formación de las primeras asociaciones de resistencia obrera, y como era de esperarse fue en Inglaterra donde se empezaron a constituir. La formación y el rápido crecimiento de estas primeras formas de organización sindical del proletariado infundieron temor al gobierno y a los capitalistas ingleses, por lo que pronto promovieron e hicieron aprobar por el parlamento leyes que prohibían la existencia de las asociaciones obreras. No obstante la prohibición, o precisamente por ello, en 1824, emergió, desde el fondo mismo de la clase obrera un vigoroso movimiento de masas, que obligó al parlamento a derogar las leyes en contra de las coaliciones obreras. De esa forma las trade unions (organizaciones sindicales inglesas) conquistaron el marco legal para sus reivindicaciones económicas y políticas, la expresión más poderosa de estas reivindicaciones encarnó en el cartismo (1) que en los años comprendidos entre 1836-48, se significo por ser el primer movimiento político y social propagado a escala nacional de los obreros británicos, por tanto, justo es considerarlo el primero del mundo. El origen de este movimiento tuvo lugar en el marco de una persistente crisis económica y una reforma parlamentaria promulgada en 1832. la reforma aprobada abrió el parlamento sólo a los representantes de la burguesía industrial, el proletariado y la pequeña burguesía que actuaron como auxiliares políticos de la burguesía industrial y constituían las principales fuerzas en la lucha por la reforma, fueron engañados por ésta última, y de quedaron al igual que antes sin derechos electorales. Si los acontecimientos narrados, tuvieron lugar en 1832, eso no impidió, pese a lo reciente de la traición de la burguesía industrial, que pocos años después, en 1838, el proletariado inglés agrupado en torno al cartismo, volviera a actuar como subordinando político de la burguesía industrial en contra de las leyes cerealistas, la derogación de estas leyes se consiguió en 1846, la derogación favoreció de nuevo directamente a la burguesía industrial, porque la libre importación del trigo hizo que el precio bajara y con ello bajo también el precio de la fuerza de trabajo, fuerza asalariada empleada mayoritariamente por la burguesía industrial. Y si los obreros ingleses a pesar de la traición reciente de los freetraders (los partidarios del librecambio) se unieron de nuevo a ellos en contra de los propietarios de la tierra, fue como dijo Marx: “ para destruir los últimos restos del feudalismo y para y para no tener que vérselas más que con un solo enemigo”( 2). Más cabe decir, que Marx y Engels no depositaron nunca grandes expectativas en este primer movimiento político y social del proletariado, prueba de ello estriba en el hecho de que al formarse la Liga de los comunistas a los cartistas ingleses de les dejaba a un lado como elementos no revolucionarios, por razón del carácter específicamente inglés de su movimiento. Desaparecido el cartismo en 1848, no fue sino hasta 1867, que la segunda reforma parlamentaria, promovida de nuevo por el movimiento obrero de masas orientado esta vez por la I Internacional, aprobó que se doblara el número de electores y con ello una parte de los obreros calificados conquistaron su derecho a votar.
Sin embargo, cuatro años después, esta conquista de las trade unions revirtió en un retroceso irreversible, reunido en Plymouth el Congreso de las trade unions aprobó una política de conciliación de clases concretada en los hechos con la participación de una fracción obrera en el parlamento. El proceso de degeneración ideológica del sindicalismo inglés no paró ahí, a principios del siglo XX unido a la Sociedad Fabiana (3) crearon el Partido Laborista, en 1906 año de su fundación obtuvo 29 escaños en la cámara de los comunes, dando paso junto con los conservadores y liberales al tripartidismo burgués británico.

c. la asociación general de obreros alemanes
Sobre la actuación de la lassellana Asociación General de Obreros Alemanes mencionaremos algunas cuestiones que en su momento Marx sometió a dura crítica. Una crítica que destaca por su significación son las glosas marginales al proyecto de programa del Partido Alemán, documento mejor conocido como Crítica al programa de Gotha, en él –dice Engels- “se expone por primera vez, con claridad y firmeza, la posición de Marx frente a la tendencia trazada por Lassalle desde que se lanzó al agitación, tanto en lo que atañe a los principios económicos como a su táctica” (4) los duros cuestionamientos de Marx a la central obrera lassellana, en el tema de los sindicatos cobran sentido, porque esta central era la mayor representante del sindicalismo alemán que junto con el Partido Obrero Socialdemócrata Alemán dirigido por personajes estrechamente ligados a Marx y Engels, conformaban el movimiento obrero en Alemania. Las tesis económicas y políticas del proyecto de programa para la unificación de la clase obrera alemana en un solo partido político, eran todas de manufactura lassellana, la crítica de Marx estaba dirigida al programa lassellano, pero también alcanzaba a sus compañeros del Partido Obrero Socialdemócrata Alemán (fundado en 1869 en la ciudad de Eisenach, y por ello también conocido como los eisenachanos y cuyo programa respondía enteramente al espíritu de la Internacional) por hacer concesiones en el terreno de los principios en aras de la unidad orgánica contemporizando con los reformistas. Para Marx era más importante que los principios revolucionarios de mantuvieran dentro de las filas de los eisenachanos que concretar una fusión orgánica con los reformistas lassellanos, por eso tan pronto como leyó el proyecto de programa le hizo llegar a Bracke y a través de éste a los a los demás jefes eisenchanos su absoluto desacuerdo, sin embargo, la docilidad con que los lideres eisenachanos de dejaban imponer el proyecto de programa lassellano, aprobado con insignificantes modificaciones, le indicaba a Marx que los posicionamientos reformistas habían cundido entre sus compañeros. Para no extendernos mucho, reproducimos enseguida el punto III de la crítica al programa de Gotha, punto que basta para el propósito de este escrito, en él los lassellanos decían: “para preparar el camino a la solución del problema social, el partido Obrero Alemán exige que se creen cooperativas de producción, con la ayuda del Estado y bajo control democrático del pueblo trabajador. En la industria y el la agricultura, las cooperativas de producción deberán llamarse a la vida en proporciones tales que de ellas surja la organización socialista de todo el trabajo”. (Las cursivas son de Marx).
Ante esta propuesta, Marx escribía: “después de la <<la ley de bronce del salario>> de Lassalle, viene la panacea del profeta. Y se le <<prepara el camino>> de un modo digno. La lucha de clases es sustituida por una frase de periodista <<el problema social>>, para cuya <<solución>> se <<prepara el camino>>. La <<organización socialista de todo el trabajo>> no resulta del proceso revolucionario de transformación de la sociedad, sino que <<surge>>de <<la ayuda del Estado>>, ayuda que el Estado presta a las cooperativas de producción <<llamadas a la vida>>por él y no por los obreros. ¡Esta fantasía de que con empréstitos del Estado se puede construir una nueva sociedad como se construye un nuevo ferrocarril es digna de Lassalle!
Por un resto de pudor, se coloca <<la ayuda del Estado>> bajo el control democrático del <<pueblo trabajador>>.
Pero, en primer lugar, el <<pueblo trabajador>>, en Alemania, está compuesto, en su mayoría, por campesinos, y no por proletarios.
En segundo lugar, <<democrático>>quiere decir en alemán<<gobernado por el pueblo>> (volksherrschaftlich). ¿Y qué es eso del <<control gobernado por el pueblo del pueblo trabajador>>? Y, además, tratándose de un pueblo trabajador que, por el solo hecho de plantear estas reivindicaciones al Estado, exterioriza su plena conciencia de que ¡ni está en el poder ni se halla maduro para gobernar!
Huelga entrar aquí en la receta prescrita por Buchez, bajo el reinado de Luis Felipe, por oposición a los socialistas franceses, y aceptada por los obreros reaccionarios de L´Atelier (5). Lo verdaderamente escandaloso no es tampoco el que se hay llevado al programa esta cura milagrosa específica, sino que se abandone el punto de vista del movimiento de clases, para retroceder al del movimiento de sectas.
El que los obreros quieran establecer las condiciones de producción colectiva en toda la sociedad ante todo en su propia casa, en una escala nacional, sólo quiere decir que laboran por subvertir las actuales condiciones de producción, y eso nada tiene que ver con la fundación de sociedades cooperativas con la ayuda del Estado. Y, por lo que se refiere a las sociedades cooperativas actuales, éstas sólo tienen valor en cuanto son creaciones independientes de los propios obreros, no protegidas (ni financiadas) ni por los gobiernos, ni por los burgueses. (6) (los paréntesis son nuestros).
Resulta revelador este punto del proyecto de programa presentado por los lassellanos, en él aparece con nitidez el discurso propio del reformismo, tal y como aparece redactado, puede ser suscrito actualmente por cualquiera de las organizaciones políticas o sindicales neopopulistas. Obviamente este tipo de posicionamientos no podían sino causar la indignación de Marx, más aun, porque eran compartidos por los jefes eisenchanos. Un poco más a la derecha de estas tesis lassellanas, por aquel tiempo cobro influencia inusitada dentro del movimiento obrero alemán, una corriente de la ideología burguesa conocida como “socialismo de cátedra”, sus miembros más conspicuos fueron profesores universitarios quienes predicaban desde las aulas, el reformismo burgués haciéndolo pasar como socialismo marxista. Los profesores A. Wagner, H. Schmoller, L. Bretano y W. Sombart, afirmaban que el Estado era una institución situada por encima de las clases, capaz de reconciliar el antagonismo del proletariado y los capitalistas e implantar gradualmente el socialismo, sin afectar obviamente los intereses de los capitalistas. Su programa se reducía a la organización de los seguros de los obreros contra enfermedades y accidentes y a la aplicación de ciertas medidas en la esfera de la legislación fabril. Los socialistas de cátedra estimaban que bastaba que hubiera sindicatos bien organizados para transitar al socialismo dentro del mismo capitalismo, por tanto, descartaban la necesidad de la lucha política del proletariado organizado en un partido político de clase. Estas tesis de los socialistas de cátedra y otras que venían desde los tiempos del viejo Sismondi y de Proudhon sirvieron de base teórica para configurar el revisionismo, que pocos años después, a fines del siglo XIX y principios del XX, surgió en el seno de la socialdemocracia europea.

d. el anarquismo en México
Por esa misma época a mediados de los años 60 del siglo XIX, hacen su aparición en México los primeros círculos anarquistas. El trabajo político desarrollado por estos círculos anarquistas rinde sus resultados con la formación de varios sindicatos en la industria textil del centro del país. Jefes anarquistas como “Francisco Zalacosta, junto con Santiago Villanueva y Hermenegildo Villavicencio fundaron, en 1865, el club socialista de estudiantes de la ciudad de México. Poco tiempo después promovieron la creación de la sociedad mutua de ramo de hilados y tejidos del valle de México, con obreros de las fábricas de san Ildefonso y la Colmena de Tlanepantla, que en junio de 1865, estallaron la huelga y fueron reprimidos por las autoridades imperiales. En 1869, Julio López, al mando de un grupo de insurrectos anarquistas en el centro del país desafía al gobierno juarista, ese mismo año es aprehendido y fusilado. En 1871 se crea el Gran Circulo de Obreros reconocido como la sección mexicana de La Internacional anarquista” (solo un año antes de su expulsión de Bakunin y de sus huestes de de la I Internacional en el Congreso de La Haya de 1872). (6). La acción directa llevada a cabo por los anarquistas por medio de los sindicatos y de los grupos campesinos armados, que por la vía de los hechos se dieron a la tarea de recuperar sus tierras fue brutalmente reprimida. En 1881, después participar en fallidas insurrecciones campesinas en los estados de Hidalgo y Guanajuato, Francisco Zalacosta y otros dirigentes anarquistas fueron tomados presos en Querétaro, y acusados de “atentar contra las personas y sus bienes” son juzgados sumariamente y pasados por las armas.
Apenas transcurridos tres años, en 1884, dividido el anarquismo en varios grupos, todos ellos pasan del extremismo armado mostrado por los primeros dirigentes, al oportunismo electoral y al colaboracionismo de clase, dividiendo sus preferencias entre los candidatos a la presidencia de la republica en las elecciones de ese año; Porfirio Díaz y García de la Cadena, ambos candidatos representaban a dos facciones de terratenientes enfrascadas en una pugna transitoria, precisamente en una pugna de carácter electoral.
Vimos ya como el sindicalismo inglés a través de las trade unions y el alemán estrechamente vinculado Marx y a Engels, cayeron: el primero en la conciliación de clases, y el segundo en una variante de idéntica esencia: el revisionismo, pero en ambos casos tanto el uno como el otro resultan funcionales al capitalismo. Del mismo modo, el incipiente y débil sindicalismo mexicano, casi desde sus orígenes se despeño por la pendiente del oportunismo electoral. De lo actuado por el sindicalismo inglés, alemán y mexicano, podemos aproximar una segunda conclusión: el sindicalismo por su composición orgánica, forzosamente amplia y heterogénea y su función conciliatoria y legalista para pactar entre los intereses del capital y el trabajo, entre otras cosas, está imposibilitado ideológica y políticamente para llevar a cabo la lucha revolucionaria del proletariado contra el capitalismo. Esto lo veremos con mayor detalle en los próximos dos incisos.

e. el sindicalismo revolucionario de la Industrial Workers of the World (IWW) norteamericana
A principios del siglo XX, como respuesta al reformismo sustentado por los partidos afiliados a la II Internacional, en el contexto del ascenso del capitalismo a su fase imperialista, emergió como alternativa supuestamente revolucionaria en algunos países adelantados un movimiento conocido como sindicalismo revolucionario, los protagonistas de este movimiento fueron los grandes sindicatos industriales surgidos como resultado del desarrollo de la gran industria. En los Estados Unidos esta corriente sindical tomó cuerpo con la fundación de la Industrial Workers of the World (IWW, o Trabajadores Industriales del mundo). La IWW, se planteo desde su inicio la toma del poder político por parte del proletariado industrial por la vía revolucionaria, es decir, por medio de la abolición del capitalismo. Algunos de los fundadores de la IWW obviamente mostraban simpatías por el marxismo, pero debemos convenir que mostrar simpatías por el marxismo, no basta para luchar consecuentemente contra el capitalismo. Eso motivo que uno de los primeros errores fuera el subordinar su presunta lucha política revolucionaria a la lucha puramente económica. Un “aire familiar” de anarquismo se exhibía cuando señalaban: “la experiencia nos ha enseñado que la organización económica y la organización política deben estar distanciadas y separadas… según nosotros es necesario unir a los obreros en el ámbito económico antes de unirlos en el terreno político”. (7).
Dentro de la IWW como era de suponerse confluyeron distintas corrientes socialistas y sindicalistas, no obstante eran la anarcosindicalista y la “marxista”, las de mayor influencia. Una y otra mantenían divergencias que en el fondo no eran esenciales, por eso compartían concepciones tales como: la primacía de la lucha económica sobre la política, la identificación entre política y urnas electorales y el rechazo a la dictadura del proletariado. Y aunque las divergencias ideológicas no eran totalmente opuestas, el acuerdo político logrado entre los anarcosindicalista y los “marxistas” para fundar la IWW en 1905, al cabo de tres años se deshizo en la Convención de de 1908, evento en el que se impuso la tendencia anarquista. Acto seguido, el ala minoritaria “marxista” formo una nueva IWW, sin embargo a este acto siguieron una serie de escisiones dentro de las dos IWW existentes, a tal grado que en 1911 el sindicalismo revolucionario proclamado, apenas cinco años antes como alternativa para llevar a cabo la revolución proletaria, tan sólo seis años después veía canceladas sus posibilidades redentoras. La debacle de la IWW, se explica en razón de que el unionismo industrial, sobre el que fundaba su actuación el sindicalismo revolucionario, no sólo era eje para la acción unitaria inmediata de defensa de los intereses económicos de la clase obrera, sino que la misma IWW pretendía ser una organización de militantes revolucionarios y de agitadores, e incluso iba más allá, se apropiaba el papel de dirigir la producción y la sociedad después del derrocamiento del capitalismo. Las sobradas expectativas que se atribuía a sí mismo la IWW, provenían de su visión sindicalista, según la cual: “organizados sobre una base industrial el proletariado está en vías de crear una nueva sociedad en el interior de la antigua” (Cool. Esa apreciación parte del grave error, que conduce a subestimar la profundidad de la transformación social necesaria para operar la transformación del capitalismo en socialismo y al mismo tiempo también subestima la resistencia de la clase dominante a la toma del poder por la clase obrera. Otro error de esa visión sindicalista también es la idea de la IWW podía ser una organización abierta a todos los obreros en la lucha de clases dentro del capitalismo, el error revela una doble confusión característica del sindicalismo revolucionario. La primera de estas confusiones consiste en la incapacidad para distinguir los dos tipos de organización que fueron segregados históricamente por la clase obrera: las organizaciones revolucionarias y las organizaciones unitarias. IWW no llegó a comprender que una organización revolucionaria, que agrupa a los militantes sobre la base de un acuerdo compartido y de un compromiso con los principios y el programa revolucionario es, por esencia, una organización política, es de hecho un partido de clase aunque no tome ese nombre. Tal organización, por definición, sólo puede agrupar a un minoría de la clase obrera, a sus miembros más conscientes políticamente y más entregados. Como lo señaló el Manifiesto comunista de 1848:
Los comunistas son, pues, prácticamente, la parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del mundo. Teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas del proletariado su visión clara de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a que debe avocar el movimiento proletario” (9).
Desconocida u olvidada para la IWW quedo la experiencia de la huelga de masas de la revolución rusa de 1905, que dio pie durante su desarrollo a la creación, por parte del proletariado, de los soviets o consejos obreros, nueva forma de organización proletaria de relevante significación para la clase obrera mundial. Como se sabe los soviets o consejos obreros, contrariamente la teoría del sindicalismo revolucionario ocuparon el lugar de los sindicatos como organización unitaria de la clase obrera. Este nuevo tipo de organización unía a los obreros de todas las industrias, de una zona territorial dada, para el enfrentamiento revolucionario contra la clase dominante y eran (citando a Lenin), “la forma históricamente encontrada que tomaría la dictadura del proletariado”.
Por último, la IWW en su crítica del capitalismo, jamás fue más allá de su odio visceral a la explotación y a la opresión que ejerce la burguesía sobre el proletariado, y como desconocía en profundidad y amplitud las leyes económicas que rigen el movimiento contradictorio del desarrollo capitalista fue incapaz de comprender el significado y las consecuencias del cambio en las condiciones en las que el proletariado tendría que enfrentar las nuevas luchas que lo esperaban por delante. En palabras del historiador Melvyn Dubosky, la IWW “no aporta gran cosa o nada en el plano histórico, a la teoría revolucionaria, ni siquiera a la teoría del unionismo industrial, no contribuye con alguna idea realmente original, con alguna explicación de cambio social, con alguna teoría de la revolución” (10). Como se pudo observar el sindicalismo revolucionario de la IWW, intentó rebasar por el carril de la izquierda al sindicalismo conciliador y colaboracionista propio de las trade unions y al reformismo de los partidos obreros afiliados a la II Internacional, sustentando unos principios que en esencia no diferían de los de aquellos y que distaban de ser los contenidos en la teoría revolucionaria o materialismo histórico.

f. La Confederación Nacional de trabajadores (CNT) española
Ahora mismo una de las preguntas más recurrentes que interesan y preocupan a los comunistas es el asunto que tiene que ver con los sindicatos. Encontrar las formas más adecuadas de trabajar y vincularse políticamente con ellos, es un tema de reflexión permanente, pero también de infructuosos intentos. Los comunistas seguimos estrujándonos el cerebro para encontrar esas formas y ya no fallar. A pesar de que una experiencia histórica de más de 150 años, nos muestra que esto ha sido casi imposible. Recordemos sólo de pasada, que el tratamiento de la cuestión sindical, también estuvo en el centro del debate entre los bolcheviques en los años inmediatos que siguieron a la Revolución de Octubre. De escuelas de comunismo en que se pretendía convertir a los sindicatos bajo el poder soviético, éstos acabaron consolidándose tan pronto el estalinismo se afianzo el poder en poderosos aparatos administrativos burocráticos.
Para tener más información y valorar con mayor certeza el porqué esto ha sido así, examinemos la experiencia del nacimiento del sindicalismo revolucionario español.
Decir antes, que el concepto de sindicalismo revolucionario sigue despertando actualmente cierta atracción, en México, por ejemplo, los sindicatos mas radicales, aun gustan de remontarse a sus orígenes y hacen firmar sus documentos y materiales de divulgación con consigna “por un sindicalismo revolucionario y clasista”, consigna que en teoría supone que estos sindicatos están organizados por fuera de las redes de control del Estado, tratando de unificar la lucha inmediata con la lucha revolucionaria, lo paradójico de ello es que los sindicatos que reivindican esta consigna, son sindicatos de trabajadores al servicio del Estado, es decir, trabajan en áreas de servicios sociales que presta el Estado o en empresas paraestatales. En una primera valoración sobre los alcances del sindicalismo revolucionario de la Revista Internacional, de donde hemos tomado la información sobre esta expresión sindical mencionan: “desde principios del siglo XX, la historia ha ido mostrando a fuerza de experiencias repetidas que sindicalismo y revolución son dos términos antitéticos que no pueden ir unidos”. O sea, que en el marco del capitalismo, la dialéctica entre sindicalismo y revolución proletaria no implica, que en una situación dada, el sindicalismo pueda convertirse en su contrario y encarnar en una fuerza revolucionaria de carácter proletario.
Con respecto al sindicalismo revolucionario español, las condiciones del atraso relativo de desarrollo del capitalismo en España, hizo que la CNT y el anarquismo fueran dos fenómenos que se presentaron unidos. Con la formación de la CNT, el anarquismo pudo probarse a sí mismo por primera vez en la historia, que en torno a su ideología se podía crear una organización de masas proletarias capaz de desarrollar un papel decisivo en las luchas obreras que tuvieron lugar en el país ibérico desde 1919 a 1936.
Mencionamos ya, que ante la bancarrota de la II Internacional apareció el sindicalismo revolucionario como alternativa al cretinismo parlamentario y al reformismo de la socialdemocracia. Ahora diremos que como respuesta a esa bancarrota, también surgió una tendencia revolucionaria en los partidos de la II Internacional, conocida como la izquierda zimmerwaldiana, que tuvo en Lenin a uno de sus más destacados promotores.
Regresando a España, este ha sido el único país, que por las condiciones económicas que ya señalábamos, y también por su geografía que dificultaban la centralización económica y política presentaba el medio más favorable para que la ideología anarquista pudiera concretarse en los hechos reales. En ese sentido la revista Internacional dice: “El anarquismo estaba predispuesto por su postura federalista a convertirse en el portavoz de estas condiciones históricas arcaicas: la autonomía de cada municipio o territorio que se declara soberano y que solo acepta la unión frágil y aleatoria del “pacto de solidaridad”. Como señala Peirats (11) en su libro La CNT en la revolución española, “Este programa [el de la Alianza de Bakunin] encajaba muy bien en el temperamento de los españoles desheredados. La versión federal introducida por los bakuninistas llovía sobre mojado puesto que avivaba reminiscencias de fueros locales, cartas pueblas y municipios medievales libres” (12).
Y ese concretarse en los hechos reales tuvo lugar durante la insurrección cantonalista de 1873. Ella nos recuerda la vergonzosa actuación de los anarquistas durante ese episodio insurreccional, y la crítica que de esa deprimente actuación hizo Engels en su folleto “los bakuninistas en acción”, en uno de cuyos párrafos señala: ““esos mismos hombres que se dan el título de revolucionarios, autónomos, anárquicos, etc., se han lanzado en esta ocasión a hacer política; pero la peor de las políticas, la política burguesa; no han trabajado para dar el Poder político a la clase proletaria, idea que ellos miran con horror, sino para ayudar a que conquistase el Gobierno una fracción de la burguesía, fracción compuesta de aventureros, postulantes y ambiciosos, que se denominan republicanos intransigentes” (13).
Líneas arriba hablábamos del anarquismo en México y como éste llegó desde España personificado en Plotino Rodakanaty, un trotamundos miembro de la nobleza europea, personaje que sustentaba un anarquismo elaborado con una mezcla de socialismo cristiano y proudhonismo, y cuyos primeros discípulos fueron los ya mencionados; Zalacosta, Villanueva y Villavicencio. Si los anarquistas españoles exportaban este tipo de anarquismo, a través de materiales de difusión y del envió de emisarios, se debía a que el mismo se encontraba bastante arraigado en ese país. La fuerte presencia del anarquismo en España y la tradición que se formaba en torno a él, contrastaba con la débil presencia del marxismo, que se expresaba en la frágil formación teórica y política de los marxistas españoles y su escasa difusión en los círculos obreros. En alusión a ello, tomamos el siguiente párrafo de Revista Internacional “El grupo en torno a Pablo Iglesias permaneció fiel a la corriente marxista en la AIT y formó en 1881 el Partido Socialista; sin embargo esta organización siempre adoleció de una debilidad política extrema, hasta el punto que Munis decía que muchos de sus dirigentes nunca habían leído ninguna obra de Marx “Las obras más fundamentales e importantes del pensamiento teórico no habían sido traducidas. Y las pocas publicadas (Manifiesto comunista, AntiDhüring, Miseria de la filosofía, Socialismo utópico y científico) eran más leídas por los intelectuales burgueses que por los socialistas. Los escritos o discursos de Pablo Iglesias, como los de sus herederos, Besteiro, Fernando de los Ríos, Araquistáin, Prieto y Caballero, ignoran completamente el marxismo, cuando no lo contradicen deliberadamente” (Jalones de derrota, promesas de victoria) y por eso mismo, muy pronto tomó una deriva oportunista que lo convertiría en uno de los partidos más derechistas de toda la Internacional” (14).
La CNT no podía nacer en otro lugar que no fuera Barcelona, erigido en el principal centro industrial de España. La formación de la CNT estuvo precedida de varias movilizaciones y protestas del proletariado catalán, de ellas destacan dos por la envergadura que alcanzaron y por su significación histórica; la primera fue la huelga declarada a favor de la jornada de 8 horas por los trabajadores metalúrgicos a fines de 1901, la cual se masifico un mes después, en los últimos días de enero de 1902.sin embargo el carácter espontáneo y local de la huelga contribuyeron a su paulatino decaimiento. Otras causas que coadyuvaron al declive de las protestas en el sector metalúrgico, fueron según Revista Internacional, “el sabotaje abierto por parte del Partido Socialista que llegó incluso a bloquear los fondos de solidaridad recogidos por las Trade Unions británicas y, por otra parte, la pasividad de las sociedades de tendencia anarquista. Por otra parte, la Federación de trabajadores de la región española, nuevamente reconstituida sobre la base de una orientación “apolítica” no quiso participar dando como argumento que “los obreros de la industria metalúrgica de Barcelona no habían pertenecido jamás a ningún grupo. (15). Es en ese contexto, en que se difunden la tesis del sindicalismo revolucionario de manufactura francesa. Sobresalen las tesis de Pouget plasmadas en su Obra “El sindicato” traducida al español por el tipógrafo anarquista Anselmo Lorenzo. También José Prats tradujo del francés y divulgo en español obras de los teóricos del sindicalismo revolucionario galo. En su libro, “La Burguesía y el Proletariado, Prats resume la esencia del sindicalismo revolucionario aseverando que éste: ““no acepta nada del orden actual; lo padece esperando tener la fuerza sindical para derribarlo. Con huelgas cada vez más generalizadas revoluciona progresivamente (a) la clase obrera y la encamina hacia la huelga general. Sin perjuicio de arrancar a la burguesía patronal todas aquellas mejoras inmediatas que sean positivas, su objeto es la transformación completa de la sociedad actual en sociedad socialista, prescindiendo en su acción del agente político: revolucionarismo económico–social” (16).
En el párrafo anterior de nuevo tenemos a la vista sintéticamente la naturaleza del sindicalismo revolucionario. No aceptan nada del capitalismo (excepto “todas aquellas mejoras inmediatas que le puedan arrancar y que sean positivas”) ni el hecho de que esas mejoras inmediatas que puedan arrancarle transitoriamente, obedecen más a sus contradicciones internas que a la lucha sindical en si misma. Aun más, que la agudización de esas contradicciones internas solo pueden verificarse conforme se desarrolla la producción capitalista. En pocas palabras se niega el factor objetivo o económico de la revolución, y también el principal elemento subjetivo: la organización política revolucionaria del proletariado. En efecto, el sindicalismo revolucionario para llevar a cabo la transformación completa de la sociedad, prescinde de los factores que de dan a la revolución su carácter de necesidad histórica. La negación de estos factores objetivos reduce la transformación de la sociedad a un mero acto de voluntad, cuyo agente subjetivo es la masa obrera. Luego entonces, para “derribar al capitalismo”, en la perspectiva del sindicalismo revolucionario, sólo es necesaria una condición; “reunir la fuerza sindical para hacerlo”, fijada la estrategia, la táctica seria, que por mientras, con el fin de debilitar a la burguesía patronal habría que asediarla arrancándole mejoras inmediata que “sean positivas”. Dicho esto, quien pude poner en duda, que este es el posicionamiento más “revolucionario” al que se puede llegar desde el sindicalismo más ultra radical.
Precursora en la formación de la CNT fue Solidaridad obrera, esta organización fundada en 1907 era dirigida por connotados anarquista, entre ellos el mencionado Anselmo Lorenzo. En 1910, con la constitución de la CNT, Lorenzo y otros correligionarios suyos pasaron a dirigir a la CNT, por lo que resulta contradictorio, por decir lo menos, lo que afirma Revista Internacional, en el sentido de que la CNT no era un modelo de anarcosindicalismo pero estaba influida por las posiciones anarquistas. Y vaya que lo estaba, porque no se puede afirmar que exista una distinción esencial entre anarcosindicalismo y sindicalismo revolucionario, en vista de que ambas corrientes del sindicalismo internacional se vertebran en torno a tres principios básicos: el apoliticismo, la acción directa y el federalismo, aunque en este ultimo principio que tiene que ver con la cuestión organizativa, fue el que mayores divergencias provoco entre los anarcosindicalistas partidarios a ultranza del federalismo y los sindicalistas revolucionarios proclives a la centralización. Al final prevaleció el posicionamiento federalista de la fracción anarcosindicalista.


f. los sindicatos en México
Al iniciar el siglo XX tres grandes sindicatos aparecían representando a la incipiente clase obrera, los tres correspondían a las ramas industriales más importantes; la minera, la textil, la del transporte ferroviario, junto a ellos coexistían otras organizaciones sindicales menores en las que se agrupaban los miembros de los distintos gremios y oficios. En esa época el anarcosindicalismo tomó un segundo aire, al seguir siendo conforme a la tradición, la corriente sindical de mayor influencia. Las huelgas de los mineros de Cananea y la de los obreros textiles de Río Blanco en 1906 y 1907, así lo corroboran. Organizados los movimientos huelguísticos por la fracción anarquista del Partido Liberal Mexicano, ambos fueron reprimidos brutalmente por la dictadura porfirista saldándose con la muerte de varias decenas de muertos. A estas huelgas, debemos añadir la de los ferrocarrileros de 1908, año en que estallo la primera crisis capitalista internacional del siglo XX, después de más de treinta años en que el desarrollo capitalista se desenvolvió sin mayores paroxismos. Puede decirse que las tres huelgas llevadas a cabo por los tres grandes sindicatos fueron el toque de rebato que anunció la revolución de 1910. Sin embargo después de iniciada la revolución la clase obrera paso a desempeñar un papel secundario. El rol accesorio ejercido por el proletariado obedeció a que en ese momento representaba una minoría social, la industria en términos económicos seguía aportando menos que la agricultura en la conformación del producto interno bruto. Bajo esas condiciones, no cabía ni pensar que la joven e inexperta clase obrera pudiera contar con un programa político e ideológico propio. Lo anterior supuso, que durante la revolución y después de ella la clase obrera haya sido un ente al que los distintos caudillos revolucionarios con suficiente poder manipularon fácilmente en beneficio de la facción que representaban. Con el fin de la era de los caudillos, toco a los políticos burgueses servirse del apoyo de la masa proletaria para mantenerse en el poder en representación de los interese burgueses. Ese papel secundario de auxiliar político de la clase obrera se constata, cuando la anarquista Casa del Obrero Mundial no se resiste a las promesas de mejoramiento económico y social de sus agremiados recibidos por parte de Carranza jefe del constitucionalismo y acepta ponerse bajo sus órdenes, la colaboración de la Casa del Obrero Mundial se traduce en la formación de los “batallones rojos”. Poco tiempo después hacia 1917, Obregón, caudillo revolucionario, se convierte en el principal promotor de la fundación de la Confederación Regional Obrera de México (CROM) organización obrera en la que se apoya para convertirse en 1920 en presidente de la republica. La formación del Partido Comunista Mexicano (PCM), hizo converger momentáneamente a las tres corrientes del sindicalismo mexicano; la anarquista, la semioficial representada por la CROM y la comunista en el precongreso fundacional de agosto de 1919, la simpatía y el vivo interés que despertaba en ese tiempo la Revolución de Octubre, había conseguido que se diera esa convergencia, sin embargo, esa coalición sólo duraría tres meses, en vista de que en noviembre, con la fundación oficial del PCM, que nacía bajo el auspicio y directriz de la III Internacional, las dos primeras abandonaron inmediatamente las filas del nuevo partido. No obstante, en contra de lo que en teoría se esperaba, la formación del PCM no significo un viraje radical en cuanto al papel de subordinación política y de colaboracionismo del sindicalismo con respecto al caudillaje revolucionario, la manifestación palmaria de ello quedo reflejada en que a los pocos meses de su fundación, el PCM, junto con la Unión General de Trabajadores (CGT) que había surgido de los escombros de la Casa del Obrero Mundial y la CROM, sumaron su apoyo a la candidatura presidencial del General Obregón.
En los años 20, la anarquista CGT y los comunistas competían por contemporizar con los jefes revolucionarios burgueses, la CROM, había pasado a ser parte orgánica del gobierno obregonista, mientras que los anarquistas y de los comunistas conservando todavía un poco de pudor revolucionario, no podía decirse que constituyeran parte del movimiento obrero oficial, aunque si oficioso. Sería durante el régimen cardenista (1934-40), periodo histórico en que el nacionalismo populista se convirtió en política de gobierno, que tanto anarquistas como comunistas ya no se resistieron y pasaron a desempeñar el rol de apoyadores incondicionales de la política cardenista, fue el momento en que los comunistas siguiendo las directrices de la Comintern estalinista que propugnaba la política del frente popular, encontraron la justificación político-ideológica para sus posicionamientos reformistas. La mezcla de nacionalismo populista y de estalinismo que los comunistas operaron y que se conoció como “comunismo a la mexicana” subsistió hasta los años 80 del siglo pasado, la numerosa generación de intelectuales reformistas formados en las aulas de la universidad de masas del sistema que ingresaron en el PCM en los años 60 y 70 decidieron sacudirse el lastre que para ellos significaba autodenominarse comunistas y declararon desaparecido el partido. En lo tocante a la CGT esta languideció hasta extinguirse a mediados del siglo pasado.
Para terminar este breve recorrido histórico sobre los sindicatos vamos a tomar como paradigma de organización sindical, al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), estimando que es el prototipo de sindicato de “avanzada” que con mayor “pureza” (si nos valen la expresión) representa la naturaleza y la función propiamente sindical, presuntamente la más propicia para entablar vínculos políticos e ideológicos con organizaciones revolucionarias. Por tanto, diremos que el SME, surge como sindicato de la empresa eléctrica Mexican Light propiedad de ingleses y canadienses para prestar el servicio eléctrico en el Valle de México y sus zonas aledañas, imbuido de las concepciones anarquistas que perduraban en la CGT, el SME fue el último bastión en que pudo expresarse esta corriente sindical en su fase de decadencia, marcada históricamente por el momento en que el desarrollo de la producción capitalista crea conforme a sus necesidades un numeroso proletariado urbano. Es bajo estas condiciones de desarrollo simultáneo del capitalismo y del proletariado que las principales tesis del anarquismo resultan caducas en el proceso de emancipación de la clase obrera. A pesar de ello, el SME en los años treinta, se destaca como uno de los sindicatos más combativos y propulsor de la acción unitaria del proletariado, esa actitud temporal lo hace aparecer como el principal organizador del Comité Nacional de Defensa Proletaria (CNDP), comité que sirvió de base para la fundación en 1936 de la Confederación de Trabajadores Mexicanos (CTM), desde el momento de su formación, la más grande del país. Sin embargo, un año después los dirigentes del SME abandonan los compromisos de acción unitaria y deciden dejar la central obrera, asumiendo un posicionamiento sectario, retraen su acción dentro de los márgenes de su centro de trabajo a favor de sus agremiados. Su tradición apartidista y su apoliticismo que les venía de su origen anarquista se impone. Esa conducta política del SME se ve fortalecida por la funciona estratégica propia de su materia de trabajo, que los coloca en una situación favorable, en la que para conseguir buenos salarios y prestaciones sociales durante mucho tiempo se bastaron a sí mismos. Dos generaciones de trabajadores electricistas auto satisfechos vieron pasar la onda larga de crecimiento y expansión de la economía capitalista que tomo cuerpo en lo que se conoció como el “Estado de Bienestar Social” que le permitió vivir por encima del promedio de la clase obrera pasando a formar parte de su aristocracia. Agotadas las posibilidades del sistema de seguir valorizando rentablemente el capital acumulado, el ciclo largo de crecimiento y expansión concluye a mediados de los 70, y con él inicia el descenso del nivel de vida alcanzado por la aristocracia obrera, por supuesto que ese descenso alcanza a los miembros del SME, quienes cinco años después, a principios de los años 80, y luego de mas de cuarenta años de ostracismo auto impuesto, retornan al activismo político, esta vez armados ideológicamente del nacionalismo populista y de un visceral antiimperialismo pequeño burgués, siempre encuentran motivo para salir a la calle y hacer gala de su radical antineoliberalismo. El activismo político del SME no conoce descanso, están en todos los frentes antigubernamentales, con los estudiantes, los neozapatistas, los campesinos, los ecologistas, los maestros, los colonos, los transportistas, los sindicalistas, etc. etc., convoca o se suma a marchas, plantones, mítines, huelgas de hambre para luchar por dos de sus reivindicaciones “ballenas”; la defensa de la soberanía nacional y del patrimonio nacional. Durante más de veinte años el SME desafío a los distintos gobiernos que se sucedieron en ese periodo, por fin en octubre de 2009, Felipe Calderón decide cerrar la paraestatal Luz y Fuerza del Centro (LyFC) dejando sin materia de trabajo a más de 44 mil electricistas del SME. Al día de hoy (febrero de 2011), el SME ha ofrecido a Enrique Peña Nieto, actual gobernador del Estado de México y virtual candidato priista a la presidencia de la republica en las elecciones del año 2012, 300 mil votos con los que dice contar, con el compromiso de que si gana las elecciones presidenciales revierta el cierre de LyFC y eche abajo la decisión tomada por el panista Felipe Calderón. Y eso no es todo, el proverbial antipartidismo del SME ha quedado atrás, tan atrás, que ahora mismo los dirigentes pretender hacer del sindicato un partido político, y para ello ya han lanzado la respectiva convocatoria.


III. conclusión
En el transcurso de este tema hemos adelantado tres respuestas a manera de conclusión. La primera versaba sobre el posicionamiento que debemos adoptar quienes hoy estamos empeñados en estudiar y aprender en amplitud y profundidad el materialismo histórico. Por tanto, en ese sentido nuestro posicionamiento con respecto a los sindicatos, por más independientes, revolucionarios y democráticos que se autodenominen, sería el de no hacer ningún tipo de concesiones en el terreno de los principios revolucionarios “depositando falsas expectativas, en el sentido que la contemporización con la tradición del sindicalismo independiente y democrático operará el milagro de que sumemos mas militantes comunistas a nuestras hoy reducidas filas. Más bien, deberíamos actuar a la inversa, no ser condescendientes con ellos, aun y cuando el acercamiento viniera de algunos de ellos hacia nosotros, que no se vea, que nos hacen un favor al venir con nosotros o al aceptar que nos vinculemos con ellos. Sólo la crítica más decidida y a la vez fraterna desde el materialismo histórico contra sus posicionamientos puede lograr que los elementos más consecuentes y comprometidos del sindicalismo rompan con la fuerte tradición reformista y se sumen a la causa de la revolución”. La segunda, era en si, una continuación de la primera, en ella afirmamos que: “oponerse al capitalismo en su edad infantil desde las posiciones del gremialismo medieval, implicaba, por supuesto, oponerse a la revolución democrático-burguesa, del mismo modo, que hoy, oponerse al capitalismo postrero desde las posiciones del populismo nacionalista, es oponerse a la revolución socialista”, y esa afirmación surge como resultado, de lo que ya vimos en este esbozo histórico. En tercera expresábamos: “Vimos ya como el sindicalismo inglés a través de las trade unions y el alemán estrechamente vinculado Marx y a Engels, cayeron: el primero en la conciliación de clases, y el segundo en una variante de idéntica esencia: el revisionismo, pero en ambos casos tanto el uno como el otro resultan funcionales al capitalismo. Del mismo modo, el incipiente y débil sindicalismo mexicano, casi desde sus orígenes se despeño por la pendiente del oportunismo electoral. De lo actuado por el sindicalismo inglés, alemán y mexicano, podemos aproximar una tercera conclusión: el sindicalismo por su composición orgánica, forzosamente amplia y heterogénea y su función conciliatoria y legalista para pactar entre los intereses del capital y el trabajo, entre otras cosas, está imposibilitado ideológica y políticamente para llevar a cabo la lucha revolucionaria del proletariado contra el capitalismo”.
Por último, a nosotros nos parece que en este momento, dadas las condiciones sumamente adversas por las que atraviesa el movimiento político revolucionario del proletariado, condiciones que nos han hecho retornar, desde el punto de vista teórico, al estudio exhaustivo de la teoría revolucionaria en sus fuentes, del mismo modo, debemos proceder, en cuanto a retomar algunos criterios organizativos adoptados por la Liga de los Comunistas, primera expresión organizativa en que encarnó la teoría revolucionaria. Es posible, que a algunos comunistas, retomar esos criterios organizativos podrá parecerles un retorno a la adopción de formas organizativas rudimentarias, pero, consideremos que en este momento, elucubrar sobre planes o tareas que estén por encima de nuestras posibilidades reales es absurdo. En ese sentido los compañeros del Grupo de Propaganda Marxista (GPM) sacaron desde su formación una conclusión acertada, al deducir que los pequeños grupos de revolucionarios comunistas que hoy subsisten deben de dedicar sus esfuerzos a tareas de propaganda marxista. En ese tenor, por ejemplo, la Liga de los Comunistas, desde el momento mismo de su fundación en el verano de 1847, tenía en su artículo primero, objetivos como; el derrocamiento de la burguesía, la dominación del proletariado y la creación de una nueva sociedad sin propiedad privada. Y este programa verdaderamente radical, no se contraponía, dadas las condiciones en las que actuaba, a que la Liga “fuera una organización absolutamente democrática, y por lo menos, en tiempos normales de paz, la Liga se convertía en una sociedad exclusivamente de propaganda” (17). La Liga Comunista más que preocuparse por establecer vínculos políticos e ideológicos con los sindicatos (ya vimos como a las trade unions las dejo de lado), la Liga formaba por fuera del sindicalismo organizaciones obreras amplias con fines formativos, tales fueron las distintas asociaciones educativas de obreros que servían de órganos de reclutamiento de nuevos miembros. El mismo Marx, diría Engels, “formó la Asociación de obreros alemanes en Bruselas y una comuna con nuestros amigos más cercanos, y yo mismo visitaba a las tres comunas que existían en Paris, poco antes de la revolución europea de 1848” (18). Nosotros pensamos, que también desde el punto de vista organizativo debemos aprender de los clásicos estudiándolos en sus fuentes, y que la relación vanguardia-masa, no tiene necesariamente con y por medio de las organizaciones sindicales, la influencia ideológica y política que obligadamente la vanguardia revolucionaria debe tener dentro masa proletaria, pasa por el hecho de que sea y cumpla el papel de una vanguardia efectivamente revolucionaria.


Febrero de 2011


NOTAS
(1)Movimiento político social de los obreros británicos (1866-48), reivindicaban por medio de la Carta del Pueblo (de ahí su nombre) el sufragio universal, el voto secreto y la elección anual del parlamento.
(2)Discurso sobre el libre cambio, pronunciado por Marx el 9 de enero de 1848, en una sesión pública de la Sociedad Democrática de Bruselas.
(3)Asociación socialista Británica, fundada en Londres en 1883. Propugnaba la evolución lenta y pacifica hacía el socialismo.
(4)Prologo de Engels a la crítica del programa de Gotha, publicado en 1891.
(5) “El Taller”, revista mensual parisina órgano de artesanos y obreros influenciados por el socialismo cristiano.
(6)Termina la crítica de Marx, al punto tres del programa lassellano.
(7). (Humberto Musacchio, Diccionario Enciclopédico de México, Tomo III, 1999, p.p.3312 y 3313).
(Cool Revista Internacional, órgano de divulgación de la Corriente Comunista Internacional.
(9)(ibid.)
(10)(ibid.)
(11)(ibid.)
(12)(ibid.)
(13))ibid.)
(14))Ibíd.)
(15))Ibíd.)
(16)(Ibíd.)
(17)Contribución a la historia de la Liga de los Comunistas, F. Engels.
(18)(Ibíd.).

camilo mayta solis

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