LA CRISIS CAPITALISTA Y LOS SINDICATOS
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PREGUNTAS SOBRE LOS SINDICATOS - CCI- TERCERA PARTE

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Mensaje  camilo mayta solis Dom Mar 06, 2011 11:29 pm

¿Podemos ponernos en huelga sin pasar por los sindicatos?
SI Oficialmente, los trabajadores no tienen el "derecho" de luchar sin pasar por los sindicatos ya que son estos los que deben depositar el preaviso de huelga. El derecho de huelga es una "tolerancia" que la burguesía permite mantener siempre que no ponga en cuestión el orden establecido y que en modo alguno amenace al modo de explotación capitalista.
Cuando los explotados toman conciencia de que los sindicatos no defienden sus intereses, no siguen sus consignas y se ponen espontáneamente en lucha "salvaje", los trabajadores que han osado luchar sin seguir a los sindicatos han tendido que hacer vivir la solidaridad en y para el desarrollo de la lucha.
Hoy día, si la clase obrera tiene tantas dificultades para desarrollar sus luchas sin seguir las directrices sindicales es porque aún no tiene confianza en sí misma, en sus capacidades y en sus propias fuerzas. Es por eso por lo que la ideología "democrática" inoculada por los sindicatos pesa aún enormemente sobre su conciencia.
La idea de que los trabajadores tenemos necesidad de los sindicatos para desarrollar nuestras luchas está animada por la burguesía. La clase dominante quiere hacernos creer que los sindicatos nos "representan" porque son profesionales de la "negociación", cuando en realidad son los profesionales del sabotaje, de las maniobras por la espalda y de la colaboración con el enemigo de clase.
La huelga de masas en Polonia en Agosto de 1.980 (antes de que SOLIDARIDAD tomara el control de las luchas) mostró al mundo entero que cuando los explotados toman la lucha en sus propias manos, sin los sindicatos, son capaces de desarrollar una verdadera relación de fuerzas a su favor. En Polonia, fueron capaces de extender su movimiento a escala de todo un país, obligaron a retroceder al Estado e hicieron temblar a toda la burguesía. Fueron capaces de negociar con el Gobierno públicamente, eligieron a sus delegados para negociar y colocaron altavoces en todos los lugares públicos (en particular en los astilleros de Gdansk) para que toda la clase obrera pudiera escuchar lo que se trataba en las negociaciones.
¿Se puede luchar eficazmente sin los sindicatos en los países "democráticos"?
¡¡ SI ¡! Para ello hace falta que nuestra clase en España, como en todos los países, tome confianza en ella misma y en sus propias fuerzas. Es necesario que puedan hacer frente a las dudas y vacilaciones y sobre todo, se ha de perder el miedo a la represión de las huelgas "salvajes" e "ilegales". Este miedo a la represión (que toma la forma de sanciones disciplinarias normalmente) solo podrá ser superado si los trabajadores son capaces de desarrollar la solidaridad entre ellos, si rechazan dejarse dividir e intimidar. Este miedo solo podrá ser superado cuando los explotados tomen conciencia de que no pueden perder nada más que sus cadenas.
Los trabajadores asalariados o desempleados, no podrán tomar en manos sus luchas y su propio destino hasta que no comprendan que todas las acciones "radicales", las acciones minoritarias preconizadas por los sindicatos (secuestro de patronos, sabotaje de la producción, bloqueo de las vías férreas, etc..) o los actos de desesperación (tales como la amenaza de destruir la empresa o cosas similares) son totalmente estériles y no conducen más que a la desmoralización y la derrota. Todas estos pseudo acciones radicales que organizan los sindicatos intentan apaciguar la cólera de los trabajadores más combativos y ahogar las ganas de luchar.
En los países "democráticos", los sindicatos son los representantes de la "democracia" burguesa en el seno de la clase obrera, es decir, representan la forma más perversa e hipócrita de la dictadura del capital.
Para poder luchar eficazmente y separarse del manto totalitario de los sindicatos, hay que hacer vivir la verdadera "democracia" en el seno de la clase obrera. Esto quiere decir que debemos desarrollar la discusión colectiva en el seno de las asambleas generales, masivas y soberanas. Estas asambleas generales deben ser lugares de verdadero debate donde cada uno pueda intervenir libremente, hacer propuestas y someterlas a votación. Estas asambleas generales deben elegir delegados revocables en todo momento, sean estos sindicados o no. Si los delegados no cumplen realmente el mandato que se les ha encargado por la asamblea general, la siguiente asamblea debe reemplazarlos. Al contrario que los métodos que utilizan los sindicatos, hay que hacer que las asambleas estén abiertas a TODOS los trabajadores ( y no solo a los de la empresa o el sector). Los parados deben de ser invitados a participar activamente ya que son obreros excluidos del mundo del trabajo. Las asambleas generales soberanas deben ser lugares de discusión pública (tal y como lo hicieron los trabajadores de Vigo en España en 2.006). Solo a través de la reflexión y la discusión colectiva se puede construir la unidad y la solidaridad de la clase explotada. Solo las asambleas generales pueden decidir las acciones unitarias a desarrollar, poner por delante las reivindicaciones comunes de TODOS los trabajadores y desenmascarar así cualquier maniobra de división sindical.
Para luchar de forma eficaz, deshaciéndonos de las maniobras y el corsé sindical, los trabajadores deben plantear de manera inmediata y precisa la cuestión de la extensión de las luchas y la solidaridad con los compañeros de otros sectores en lucha. Cuando los trabajadores de una empresa emprendan la lucha, deben enviar delegaciones masivas a las otras empresas vecinas para intentar implicar al resto de obreros de la misma zona geográfica en la lucha y ampliar de este modo el movimiento lo antes posible.
Hoy en día, toda la clase obrera está siendo atacada. Jóvenes o viejos, parados o activos, hombres o mujeres, del público o la privada. El ataque al sistema de pensiones nos afecta o afectará antes o después a TODOS los trabajadores. Por tanto, no hay ninguna razón para luchar aislados, cada uno en su rincón. No hay ninguna razón para continuar para dejarse arrastrar por las jornadas de "acción" sindical sin presente ni futuro.
Contra los planes de austeridad de los que todos somos víctimas, es posible luchar eficazmente. Pero para construir una verdadera relación de fuerzas capaz de hacer retroceder a la burguesía, los trabajadores deben hacer frente a las maniobras y al sabotaje de los sindicatos y comprender que no pueden contar para nada con estos falsos amigos.
Los organismos sindicales tienen como función preservar el orden social capitalista y hacer colar los ataques del Gobierno y la patronal. A pesar de sus discursos "radicales", no van a parar de dividirnos, de debilitarnos y de impedir cualquier tipo de "desbordamiento" a sus planteamientos y consignas para hacernos volver al trabajo sin haber conseguido nada.
Gracias a los sindicatos la clase dominante puede continuar golpeándonos cada vez más fuerte y hacernos pagar las consecuencias de su crisis mortal.
Articulo traducido del número de Mayo 2010 de Revolution Internationale (publicación en Francia de la Corriente Comunista Internacional).
CLASE OBRERA Y SINDICATOS NO SON LO MISMO
Aunque frente al ataque brutal contra los trabajadores de la compañía Luz y Fuerza del Centro, éstos experimentaron una enorme indignación y descontento (ver artículo al respecto en esta edición y las dos anteriores), el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) tenía montada toda una trampa para lograr que los planes del Estado capitalista se cumplieran al pie de la letra. ¡Nada de que el sindicato fue golpeado por el gobierno!, ¡Los sindicatos son los policías del Estado dentro de las filas obreras para hacer aceptar los designios del capital, ya sean “charros” o se hagan llamar “independientes” o democráticos”! Este es el accionar típico de los sindicatos que ya desde principios del siglo XX comienzan a mostrar su carácter antiobrero, un historial que el proletariado debe tener en cuenta para preparar sus luchas futuras:
- Con ocasión de las dos matanzas mundiales los sindicatos impulsan la “unión sagrada” con la burguesía, impidiendo las huelgas y llevando al matadero a los trabajadores; luego, después de la reconstrucción capitalista de posguerra, con la aparición de la crisis y el desarrollo de la lucha, el sabotaje sindical se hace patente;
- Durante la oleada revolucionaria que inició en 1917, los sindicatos se oponen activamente a la lucha revolucionaria. Ante la caducidad de los sindicatos y como producto del auge revolucionario surgen en Rusia, Alemania, Hungría y otros países órganos creados por los propios trabajadores: los consejos obreros.
- Desde 1968 con el resurgimiento de la lucha de clases después de medio siglo de contrarrevolución y durante las oleadas sucesivas de lucha que siguieron hasta 1989, los obreros siempre se han enfrentado a las maniobras y trampas sindicales.
- En la última década, cuando el proletariado hace esfuerzos para reanudar sus luchas de resistencia, invariablemente se ha encontrado de frente contra el sindicato en todas sus variantes (oficiales, democráticos, independientes) que se ha encargado de evitar que la lucha obrera genuina se desarrolle.
En cuanto a México, tan sólo enumeremos los casos más recientes para ilustrar lo que decimos:
- Ahí tenemos desde siempre al sindicato “independiente” de Volkswagen que anualmente aparece cínicamente como el “defensor del empleo” y que, tras sus “radicales” llamados a la huelga, termina por “negociar” en cada ocasión peores condiciones de trabajo para sus afiliados,
- A los sindicatos del IMSS, del ISSSTE, el SNTE o la CNTE que se encargaron de sujetar a los trabajadores para evitar que desplegaran una verdadera lucha contra los despojos a sus pensiones y jubilaciones;
- A los sindicatos de las diferentes universidades, los cuales prestigiándose con el cuento de su independencia han logrado mantener también un férreo aislamiento y control sobre sus agremiados;
- O últimamente el sindicato “independiente” de los trabajadores del Colegio de Bachilleres, el cual sostuvo una huelga de 41 días con el pretexto de defender una cláusula de su contrato colectivo relacionada con las condiciones de jubilación, que al final quedó imprecisa y que anticipa nuevos ataques en ese terreno. El sindicato cumplió su función: los trabajadores desgastados y desmoralizados volvieron al trabajo con las manos vacías.
Estos ejemplos ilustran cómo los sindicatos se las arreglan para montar procesiones que les den prestigio, pero cuidando muy bien que las diferentes huelgas o movilizaciones se mantengan aisladas en cada empresa o sector, e impidiendo que los trabajadores se conozcan, discutan y solidaricen –por ejemplo, mientras las cúpulas sindicales se encargaban de las simulaciones de “unidad” y “solidaridad” (de palabra, claro), los trabajadores de Luz y Fuerza demostraban su coraje en sus consignas, pero se les dejaba aislados en los hechos.
¿Porqué los sindicatos actúan en contra de la lucha proletaria?
Los sindicatos nacieron en el siglo XIX como instrumentos de la lucha reivindicativa de los trabajadores contra el capital, y expresaban un avance en su organización, su unidad y su conciencia. El capitalismo, al ser un sistema en expansión, podía conceder a los trabajadores auténticas mejoras y reformas: la jornada laboral pasó de unas 16-18 horas a principios de siglo a unas 10 horas a finales y a 8 horas en algunos países antes de la guerra de 1914. En ese periodo el proletariado se dotó de organizaciones de masas de tipo sindical que tenían como meta la mejora progresiva de las condiciones de vida de los obreros. En países como México ese periodo de beneficios duró mucho menos por características del movimiento obrero en la región que veremos posteriormente.
La situación anterior se hace imposible en el período histórico de la decadencia del capitalismo que se inicia en el siglo XX: el capitalismo había conquistado el mercado mundial y con ello sus contradicciones se agudizaron mucho más, “el margen de maniobra que poseían los capitales nacionales y que permitía al proletariado llevar una lucha dentro de la sociedad burguesa por la obtención de reformas, queda reducido a la nada. La guerra despiadada que sostienen entre sí los distintos capitales nacionales se traduce en una guerra interna del Capital contra toda mejora de las condiciones de la clase productora” (ver nuestro folleto “Los sindicatos contra la clase obrera”). Pero no sólo eso: la ferocidad con la que los capitales se enfrentan ha llevado al reforzamiento del Estado y a su penetración en todos los ámbitos de la vida del capital, de modo que el capital ha tenido que incorporar a los sindicatos a su estructura. No es que el Estado se entrometa en los sindicatos, los sindicatos son ya parte del aparato de Estado. Por ello decimos que ya no son un instrumento de lucha de la clase obrera. Tampoco se trata de un problema de “lideres charros” a los que habría que desplazar de la dirección sindical para recuperar el carácter de clase de estos organismos, se trata pura y simplemente de que estas estructuras han perdido completamente su esencia obrera y ahora forman parte del Estado y cumplen de lleno funciones de encuadramiento de los trabajadores.
Los sindicatos defienden la economía nacional y la empresa capitalista
Los sindicatos se empeñan en convencer a los trabajadores de que los intereses de la economía nacional y de la empresa se pueden conciliar con los de los trabajadores, cuando en realidad la economía capitalista funciona, no para satisfacer las necesidades humanas, sino para la acumulación capitalista por medio de la explotación de la fuerza de trabajo. Para asegurar que las ganancias no disminuyan, la empresa y el gobierno toman medidas que los sindicatos se encargan de hacer aceptar y que esencialmente consisten en abaratar los costos de la fuerza de trabajo: ellos eliminan los puestos de trabajo de la empresa privada y de la administración pública que no les son rentables; promueven los empleos precarios, la flexibilidad laboral y los “pactos de productividad” cuyo real objetivo es beneficiar al capital; reducen los salarios mediante diversas estrategias, eliminan las llamadas “prestaciones sociales” en la salud, pensiones, subsidios de desempleo, indemnizaciones, etc.
Los sindicatos se oponen a la lucha reivindicativa del proletariado
La lucha reivindicativa en pro de las necesidades humanas: comer, vestir, ofrecer un futuro a los hijos y, en general, procurarse un mínimo de bienestar y de dignidad también, son intereses irrenunciables de la clase obrera independientemente que haya crisis o no, le vaya bien o no a la empresa o a la economía nacional. El bienestar de los trabajadores y sus familias no pueden depender de las vicisitudes del capital y deben desarrollar su lucha reivindicativa precisamente a partir de la ruptura con la visión de defensa de la economía nacional y de salvación de la empresa.
Los sindicatos buscan que los obreros abandonen sus necesidades en pos de las exigencias inhumanas de la reproducción del capital. Por el contrario, la lucha reivindicativa guarda la perspectiva de una sociedad que destruya la lógica capitalista que sacrifica la vida humana en aras de la ganancia. Por eso la lucha reivindicativa contra el aumento de la explotación está vinculada estrechamente a la lucha revolucionaria por la abolición de la explotación. La burguesía lo sabe muy bien, y por ello da a sus sindicatos la tarea de evitar que esas luchas se desarrollen pues llevan contenidas las potencialidades revolucionarias del proletariado.
El espíritu que propagan los sindicatos es la desmoralización, pues saben que la principal debilidad en la clase obrera es la falta de confianza en sí misma. Buscan impedir a cualquier precio que los obreros salgan masivamente a la calle por lo que tratarán siempre de encerrarlos en su lugar de trabajo. Y cuando los obreros se van al paro los sindicatos lo hacen todo para ponerse a la cabeza del movimiento y para asegurarse que siga los cauces que convienen a la burguesía. Dividen a la clase obrera encerrándola en formas de lucha totalmente ineficaces y, sobre todo, limitando toda lucha al taller, a la fábrica o sector, impidiendo su unificación, su extensión y su generalización.
En particular, impiden siempre que los obreros tomen el combate en sus manos ofreciéndoles falsas alternativas de organización y de lucha, adulterando la esencia de las asambleas generales que convierten en meras cajas de resonancia de las directrices sindicalistas. Imponen desde el principio una lucha aislada sin relación con el resto de la clase, y cuando los trabajadores manifiestan inquietudes para buscar la extensión y la unidad con otros sectores, los sindicatos se apresuran a montar el teatro de la “solidaridad” sindical que es la pantomima que ofrecen a cambio de la verdadera solidaridad obrera.
Sí es posible luchar fuera y en contra del sindicato.
Ante las dudas que resiente la clase obrera sobre la posibilidad de luchar fuera de la convocatoria sindical, hay ejemplos históricos muy claros de que no sólo es posible sino necesario para poder avanzar en el combate del proletariado. Tan sólo mencionemos que a finales de los 70, en varios países del mundo los trabajadores comenzaron a cuestionar el encuadramiento sindical comprendiendo que la fábrica se había convertido en una verdadera fortaleza resguardada por los sindicatos y que hacía falta ganar la calle para estar en contacto con otros trabajadores y hacer avanzar la lucha.
Esta dinámica produjo la formidable huelga masiva de los obreros polacos en 1980, que mostró a los ojos del mundo entero la capacidad del proletariado para tomar la lucha en sus manos, para organizarse por sí mismo a través de sus asambleas generales, para extender la lucha en todo el país y dejar planteada además la necesidad de su extensión en el plano internacional; un ejemplo que en esos años constituyó un impulso para la clase obrera de todos los países.
Más recientemente, se han producido por el mundo ejemplos significativos que nos indican el camino adecuado a seguir (ver artículo sobre Luz y Fuerza en este RM) y que son la viva muestra de que es posible desplegar el potencial de organización y combate propios de la clase obrera frente a la ideología burguesa que nos vende la falsa idea de que los trabajadores no pueden hacer nada sin los sindicatos.
RR/diciembre-2009
¿LA LUCHA REIVINDICATIVA TIENE QUE SER NECESARIAMENTE UNA LUCHA SINDICAL?
La agravación de la crisis económica hace más necesaria que nunca la lucha colectiva y solidaria de los trabajadores. En el desarrollo de esa lucha una pregunta se plantea: ¿sirven los sindicatos como herramienta para la lucha obrera? O, por el contrario, ¿la única forma de defender con un mínimo de fuerza las reivindicaciones obreras es hacerlo fuera de la tutela sindical?
Para responder a estas cuestiones abrimos una rúbrica en nuestras publicaciones donde todos los que estén interesados podrán plantear no solo sus preguntas sino también respuestas, propuestas, iniciativas etc.
Empezamos con un tema que se ha planteado en diferentes foros1. No vamos a citar quién ha dicho tal cosa sino qué se ha dicho. Se trata de aclarar los problemas y que todos salgamos más claros y más fuertes y no de hacer una competición por ver quién tiene razón. En el debate proletario TODOS GANAN: tanto los que aparentemente "tenían razón", como los que "estaban equivocados", pues en la síntesis a la que se llega todos transforman las ideas iniciales con las que entraron en el debate.
En un Foro, un compañero afirma: «Yo conozco personas que tienen casa, carro y trabajo, y no pueden ni comer bien, viven bajo presiones, viven exaltados, porque están apretados económicamente, y cinco pesos que les den de aumento es un gran alivio para ellos ¿como yo podría conseguir pensiones, seguro de salud, y retiros si no es a través de una organización de reclamos económicos? ¿Van los trabajadores a decirle no me den nada de eso, que esta es una organización burguesa y reformista?»
Para los partidos de "izquierda" y también - desgraciadamente - para un cierto número de grupos proletarios, es un dogma decir que si los trabajadores quieren defender sus reivindicaciones tienen que pasar por las oficinas sindicales. Pero es un dogma inculcado por la ideología dominante: hay patronos que les dicen a sus obreros "si queréis plantear una reivindicación acudid a los sindicatos o constituid vosotros un sindicato".
La persistencia de ese dogma provoca desorientación en muchos compañeros: resulta que la tasa de sindicación es, en la inmensa mayoría de los países industrializados, enormemente baja2, en España por ejemplo apenas alcanza al 10% de la población laboral. ¿Qué pasa entonces? se preguntan, ¿Que los obreros no quieren defender sus intereses? ¿Que son tan aburguesados e insolidarios que no se apuntan a los sindicatos?
Sin embargo, el problema está en el dogma lucha sindical = lucha reivindicativa. Pero hace ya muchos años3 que ese dogma no casa con la realidad. Los sindicatos en nuestra época no defienden la lucha reivindicativa de los trabajadores y estos en cuanto tienen un mínimo de fuerza y compañerismo llevan su lucha fuera de los sindicatos.
Es más estos profesionales de la "negociación" y de la "consecución" de las reivindicaciones obreras no nos garantizan ni seguro de salud, ni pensiones, ni esos 5 pesos más de salario, sino todo lo contrario, participan mano a mano con patronal y gobierno en el empeoramiento de nuestras condiciones de vida. Y hay cientos de ejemplos de ello. Sin ir más lejos en España, con gobiernos de Aznar y de Zapatero, los dos grandes sindicatos han acordado año tras año con la patronal el llamado marco de referencia para los convenios colectivos, que, en la práctica ha representado una pérdida neta del poder adquisitivo de los salarios. Según un reciente estudio realizado sobre la pobreza (www.barometrosocial.es) el salario medio ha disminuido un 2'4% entre 1994 y 2006. En cuanto al llamado salario indirecto que es un indicativo del bienestar social ha descendido un 8% en términos de PIB en ese mismo período.
Los sindicatos tampoco representan un muro de protección contra los despidos sino que negocian con la patronal la manera de aplicarlos. ¿Qué se lo pregunten por ejemplo a los obreros de SEAT, de astilleros y de tantas otras empresas y sectores? Los sindicatos no garantizan las prestaciones de la seguridad social ni son un dique ante la precariedad, sino que han firmado numerosos acuerdos para ponerles más difíciles a los trabajadores acceder a pensiones y subsidios, y facilitar en cambio a los empresarios el recurso de una mano de obra con salarios de miseria, sometida al chantaje de los contratos temporales y que puede ser despedida por cuatro perras.
La defensa de la economía nacional y de la empresa
¿Por qué se comportan así, por qué nos clavan una y otra vez la puñalada por la espalda? Lo que impide a los sindicatos defender los intereses de los trabajadores es que pretenden que estos serían compatibles con el interés de la economía nacional y de la empresa.
¿Qué significa salvar la empresa? ¿Qué significa defender el interés nacional?
La economía capitalista está basada, no en la satisfacción de las necesidades humanas, sino en el logro de la acumulación capitalista. Este es el fin último de la explotación de la fuerza de trabajo del proletariado. Sin aquella ésta no tiene sentido en el capitalismo como puede comprobarse fácilmente observando la escalada del desempleo en estos momentos de crisis (ver artículo en este mismo número de AP). Por ello la acumulación de capital pasa por encima de las necesidades obreras. Así por ejemplo, el interés de la empresa, o de esa empresa colectiva, que es la nación exige:
- Eliminar aquellos puestos de trabajo tanto en la empresa privada como en la administración pública que no son rentables;
- Desarrollar la precariedad para que la producción sea lo más flexible posible ante las necesidades del mercado;
- Importar mano de obra emigrante y someterla una presión de ilegalización, racismo etc., para reducir a la baja los costes laborales;
- Llegado el caso: "deslocalizar" la producción hacia China lo que significa, por un lado despidos aquí y salarios de hambre allá;
No hay ninguna manera humana de hacer compatibles los intereses de los trabajadores con los intereses de la empresa y de la economía nacional. 4.
Pero la función que les incumbe a los sindicatos en el organigrama del Estado capitalista es precisamente escamotear a los trabajadores esa incompatibilidad, esa lucha de clases. Por ello se inventan patrañas tales como que podría mejorarse la rentabilidad de la empresa sin aumentar la explotación de los obreros (gracias al incremento de la sacrosanta "productividad"), o que el Estado democrático permitiría a la mayoría de la población que es la clase trabajadora imponerles a los capitalistas un reparto "ecuánime" de los sacrificios y que ahora, por emplear una frase que no se quitan de la boca los principales dirigentes sindicales: «la crisis la paguen los capitalistas».
Respecto a lo primero y ese "NODO" del I+D+I que ahora nos venden como "panacea" para empresas y trabajadores es, en la situación actual del capitalismo mundial, una vía para aumentar la explotación. Desde sus inicios el movimiento obrero ha señalado que el capital acrecienta la plusvalía (es decir el tiempo de trabajo del obrero que no se le remunera) bien a través de la "vía absoluta" (resumidamente diremos que mediante la disminución de la remuneración o del aumento de la jornada manteniendo el salario) o bien a través de la "vía relativa" (también de manera sintética: manteniendo salario y jornada pero haciendo que produzca más mercancías por hora trabajada). En el periodo de decadencia capitalista, los aumentos de productividad van ligados a los despidos y al aumento de la extracción de plusvalía relativa - y en momentos de crisis como el presente también de la plusvalía absoluta -. Estamos hartos de ver como la inauguración de nuevas factorías "a la última", o la informatización de las oficinas representa el despido y la condena a un desempleo crónico de miles de compañeros, del mismo modo que hemos comprobado una y otra vez en carne propia como quienes tienen el "privilegio" de conservar el puesto de trabajo de esas nuevas factorías "superautomatizadas" ven empeoradas sus condiciones de salud como consecuencia del aumento de los ritmos, de la creciente deshumanización de la actividad laboral cada vez más reducida a reproducir una rutina a menudo absurda, o la creciente atomización y soledad que se extiende del trabajo a todas las esferas de la vida en la sociedad actual. En una sociedad como la capitalista, dividida en clases, la ciencia, la tecnología, el "progreso",... no son instrumentos neutros al servicio de la humanidad sino ante todo instrumentos para incrementar la acumulación capitalista.
Lo mismo cabe decir del Estado por muy "democrática" que sea su fachada, que tampoco es un medio de conjugar los distintos intereses presentes en la sociedad, sino una maquinaria al servicio del mantenimiento de los privilegios de la clase dominante. Por ello el cuento de sean los capitalistas "paguen la crisis" parte de otra falsedad como es la de creer que explotados y explotadores formamos parte de una misma comunidad que es el Estado nacional, en la que lo que se produce hay que repartirlo entre los ciudadanos. Pero esta es la tesis que repetía el ideólogo del fascismo español -José Antonio - según la cual "trabajadores y capitalistas vamos en el mismo barco". Sin embargo, la nación es la finca privada del conjunto de capitalistas donde estos, a través del Estado, luchan contra las demás naciones por el reparto del mundo y por obtener las porciones más ventajosas del mercado mundial.
Creer que los capitalistas se van a conformar con una ganancia razonable, que van a renunciar a aumentarla o incluso van a bajarla, para que sus "compatriotas" trabajadores vivan un poco mejor... es una ¡pura utopía reaccionaria! El engranaje de la economía capitalista obliga a los capitalistas, como decíamos, a incrementar incansablemente sus ganancias. Si un capital nacional o un capitalista individual se "conformaran" con una ganancia "equitativa" se verían devorados por sus rivales. El capitalismo lleva en sus propios cromosomas la competencia a muerte, la dinámica incesante de obtención de ganancias.
¿Serían posibles unos sindicatos que tuvieran como norte la defensa de los trabajadores y no la defensa de la economía nacional y de la empresa?
Los sindicatos fueron creados en el siglo XIX por los propios trabajadores como instrumentos de su lucha reivindicativa. Fue un periodo histórico donde globalmente y de manera progresiva y gradual se podían obtener mejoras reales y duraderas de la condición obrera porque el capitalismo era un sistema en expansión, que tendía a extenderse a todos los rincones del planeta. En un debate dentro de la Primera Internacional, Marx puso el ejemplo de que la sopera de la economía mundial se hacía cada vez más grande y dentro de ella los trabajadores podían aumentar su ración si hacían su cuchara cada vez mayor5.
Mientras el orden capitalista contribuyó - pese a los enormes sufrimientos que causó - al desarrollo de las fuerzas productivas, mientras fue un sistema en expansión y desarrollo, esa tarea de luchar por mejoras y reformas tenía pleno sentido; pero ¿qué pasa cuando el capitalismo se hunde en guerras devastadoras, cuando sus fases de prosperidad tienden a reducirse mientras que sus momentos de depresión y crisis tienden a aumentar, cuando se ve que, pese a los momentos de euforia y bienestar, lo que domina globalmente la vida de la inmensa mayoría de los seres humanos es la tendencia a la miseria, la inseguridad ante el futuro, la convulsión y la inestabilidad?
En tales condiciones generales que son las que tienden a primar desde principios del siglo XX y hoy las podemos comprobar en toda su virulencia, los sindicatos se transforman en herramientas que, absorbidas por el Estado capitalista, contribuyen junto con Patronal y Gobierno al empeoramiento de las condiciones de vida.
Esto ya lo preveía Rosa Luxemburgo en su obra "Reforma o Revolución" escrita en 1899: «si el desarrollo de la industria ha alcanzado su punto máximo y empieza, por tanto, el "declive" capitalista en el mercado mundial; si tiende a bajar la cuesta, la lucha sindical será entonces doblemente difícil: primero porque se empeoran las condiciones objetivas que el mercado ofrecerá a la fuerza de trabajo, puesto que la demanda será más lenta y la oferta más rápida, como actualmente ya ocurre, y segundo, porque el capital, para resarcirse de las pérdidas, discutirá cada vez con más encono la porción del producto correspondiente a la mano de obra».
¿En qué consiste la lucha reivindicativa de los trabajadores?
La lucha reivindicativa de los trabajadores consiste en defender sus necesidades como seres humanos de comer, vestir, dar un futuro a sus hijos, darse los medios para gozar de un mínimo de bienestar y dignidad. Esas necesidades elementales tienen vigencia haya o no haya crisis, vaya bien o vaya mal la empresa, vaya bien o vaya mal la economía nacional.
¿Qué pasa si empresas como Martinsa, como Futura, como Spanair, con Freddy Mac, como General Motors van mal y se ven afectadas por la crisis? ¿Los trabajadores tienen que dejar por ello de comer, de alimentar a sus hijos? ¿Tienen que atar su suerte a la de la empresa y la Nación y seguir esa bárbara costumbre que aún perdura en algunos lugares de la India donde inmolan a la mujer cuando muere el marido? ¿Los trabajadores tienen que morir por la Patria y por la Empresa?

camilo mayta solis

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